Antes que nada, esto fue lo que sonó:
Alguien se nos está muriendo siempre, con esa muerte lenta de los pulsos vacíos, mientras tú y yo besamos, reímos de las cosas y del viento, comemos, nos amamos, y sabemos que toda nuestra luz nos pertenece, sin ser nuestra siquiera. Alguien se muere siempre, hasta cuando un péndulo dibuja cuartos de hora hacia la vida, o cuando fingen niños en la plaza su muerte de juguete. Alguien se está muriendo sin remedio, con los pies hacia el mar, que no detiene nunca su rítmico latido azulsalado. Cada instante termina para alguien toda la eternidad, mientras cantan los coros en la iglesia, y cada niño nace, y el pn crece en las rojas mandíbulas del fuego. Alguien se muere con cada movimiento de tu mano y mi mano, y nosotros seguimos, sin saberlo, engendramos más hijos, sin saberlo, y pensamos vivir eternamente, ¡sin saberlo! —Julieta Dobles, “Canto en vano para una resurrección”
Esta semana escuchamos una conversación con la escritora Valeria Tentoni. Por fin se pueden encontrar en México algunos de sus libros de poesía –tres– reunidos en un solo volumen: Emociones lentas, editado por Antílope hace muy poco. Y también, Gris Tormenta publicó su ensayo El color favorito, parte de la colección Editor. Imperdibles los libros y brillante la escritura.
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En una entrevista no existen los buenos momentos, solo existen los mejores momentos. Lo demás es zumbido de heladera, relleno. Y a los mejores momentos rara vez se llega con preguntas largas, sarmentosas, de lucimiento. No. Esas son las preguntas que espantan, las que anulan. Las que dejan a quien responde con las manos atadas, sin más opción que asentir.
Así, por ejemplo, en vez de “¿cuál es el color más hermoso que viste en tu vida?, quizá sería mejor preguntar, simplemente, “¿cuál es tu color favorito?”.
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Aquí hay unos fragmentos breves de la conversación:
Sobre los saberes que dieron lugar al libro El color favorito
Sobre Alberto Laiseca como maestro y tallerista.
Sobre preguntarle cosas a la gente constantemente.
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En un libro dedicado al pensamiento y la práctica de las historias orales, Raphael Samuel, fundador del History Workshop en Inglaterra, escribe un pequeño texto sobre la transcripción y sus problemas:
The spoken word can very easily be mutilated when it is taken down in writing and transferred to the printed page. […] The imposition of grammatical forms, when it is attempted, creates its own rhythms and cadences, and they have little in common with those of the human tongue. People do not usually speak in paragraphs, and what they have to say does not usually follow an ordered sequence of comma, semi-colon, and full stop; yet very often this is the way in which their speech is reproduced.
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Una de las partes más gozosas –por lo menos para mí– de las históricas entrevistas que se publican en The Paris Review, son aquellas líneas en los párrafos introductorios en los que, quien la realiza, cuenta las circunstancias y los modos en los que sucedió la conversación. Brevísimos perfiles de quien hará su propio perfil guiado por las interrogaciones. La trastienda de la trastienda. Aquí unas muestras:
Frost was seated most of the time in a blue overstuffed chair which he had bought to write in. It had no arms, he began, and this left him the room he needed. (Robert Frost)
The interview took place over three days in the middle of August 1968. […] Often, her answers sounded like incantations, repetitious chants that, if pared down, would lose something of their implications, and so, for the most part, they are preserved in their entirety. Even when replying from written notes, she read with all the inflections and intonations of—as she describes her readings— “an actress in her own autobiographical play.” (Anne Sexton)
During the course of several visits we did in fact mostly eat, drink, walk, swim, play backgammon, or watch television. Cheever did not invite me to cut any wood with his chain saw, an activity to which he is rumored to be addicted. On the day of the last taping, we spent an afternoon watching th New York Mets win the World Series from the Baltimore Orioles, at the end of which the fans at Shea Stadium tore up plots of turf for souvenirs. “Isn’t that amazing” he said repeatedly, referring both to the Mets and their fans. (John Cheever)
Además, leímos un cuento terriblemente perturbador de la canadiense Alice Munro. Cisnes salvajes, se llama. Y así comienza:
Flo le advirtió que tuviera cuidado con la “trata de blancas”. Así era como operaban esos rufianes, dijo: una mujer mayor, la típica madre o abuela, se sentaba a tu lado en el autobús o en el tren y se hacía amiga tuya. Te ofrecía caramelos, que llevaban droga. Enseguida empezabas a dar cabezadas y a farfullar, no estabas en condiciones de hilar una frase. “Oh, ayuda —decía la mujer—, mi hija (o mi nieta) está mareada; por favor, que alguien me ayude a bajarla para que tome el aire y se reponga.” En el acto se levantaba un educado caballero, que se hacía pasar por desconocido, brindándose a socorrerla. Juntos, en la parada siguiente, te sacaban a empujones del tren o del autobús, y ya no se volvía a saber de ti. Te tenían prisionera en el sitio de la trata de blancas (adonde te llevaban drogada y atada, de modo que ni siquiera sabías dónde estabas), hasta que acababas completamente denigrada y loca de desesperación, con las entrañas hechas trizas por borrachos y plagadas de enfermedades horrendas, con la cabeza destruida por la droga, sin apenas pelo ni dientes. Tardabas unos tres años en acabar en ese estado. No querías ir a casa, entonces; tal vez ni siquiera recordaras tu hogar o fueses capaz de encontrar el camino de vuelta. Así que te echaban a las calles.
Presentamos una entrega más de ¡Qué rico el haiku-ku!, un resumen de lo acontecido durante los pasados seis días enunciado siguiendo las restricciones —o las libertades, según se vea— formales de pocas sílabas y pocas líneas.
La secadora casi quema la ropa.
La bioquímica me traiciona: energético en teoría,
todo me da hueva.
Arriesgue el propio, con confianza.
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Una nueva entrega del ÍndiceTSH, un homenaje-plagio del famoso índice de la revista Harper’s: datos duros para preguntas urgentes.
El 4% de ustedes1 dicen que se cortan las uñas cada 2 o 3 días.
El 48% de ustedes dicen que se cortan las uñas cada semana.
El 7% de ustedes dicen que diario se muerden las uñas de las manos.
El 40% de ustedes dicen que se cortan las uñas cada dos semanas.
Una nueva entrega de la columna, ¿Suerte?, una oferta de elementos que para los próximos seis días podrían estar acompañados de fortuna en los juegos de azar:
El sonido de la semana: el sonido de una botella que cae al fondo de un bote de basura vacío.
El olor de la semana: el olor de una bolsa de papas adobadas recién abierta.
Insulto de la semana: Arlote
El ser vivo de la semana: Apiomerus spissipes
La tonalidad ascendente: Kaki
La tonalidad descendente: Porcelana
Una nueva entrega del Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana. Se trata de un formato simplificado, de seis signos agrupados según cada dos meses calendario ahora, como servicio a la comunidad, aquí la frase que según los arcanos de este Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana, influirá o calificará lo que resta de su semana:
Araña que habla [Enero - Febrero]
Caemos fácilmente en la desesperación, y desde nuestros orígenes inventamos historias que nos permitían situar nuestra vida en un contexto más amplio.
Kraken miniatura [Marzo - Abril]
Todos queremos saber de dónde venimos, pero como nuestros remotos orígenes se pierden en la noche de los tiempos.
Gato bicéfalo [Mayo - Junio]
Lo que se pretendía era invocar las energías eternas que daban apoyo a la existencia humana.
Esporas Interminables [Julio - Agosto]
El cuerpo, de tan quebrantado, ya ni le dolía, la cabeza ya no pensaba, vencida por tantos golpes sufridos.
Moscardón [Septiembre - Octubre]
Le bastaba con saber que podía contar con ellos.
Caldo primigenio [Noviembre - Diciembre]
Recuerdo que uno de los momentos más espirituales de mi vida fue presenciar el almuerzo de un enorme caimán.
Para esta edición del Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana, se consultaron a dos arcanos: Karen Armstrong y Mario de Andrade.
La muestra poblacional es caprichosa –limitada por el magro alcance de mis propias redes sociales– y el margen de error es, como dirían los escolásticos, una cuestión de fe.
Gracias Pablo!, No le ha saltado a la edición de acantilado de las entrevistas?