TSH 23.08.23
Antes que nada, esto fue lo que sonó:
Si me ocurriese, si una noche viniera con saquitos de justicia y absurda fuera la ensoñación del mal, si acaso el lento amor de la tiniebla no tendiera sábanas de muerte en mi lecho y el desposorio con la vida de afuera se entrara a paz y salvación, si no hubiera pobrezas que callan en la alameda larga y gritan como un hueso roto de mí en mí, si la caballa del reloj cesara y los caminos se abrieran para la barca que todos navegamos en aguas heridas y el tiempo se acostara sin doler, si –Juan Gelman, “Si”
El libro de esta semana y de las semanas pasadas fue Fat City, de Leonard Gardner. Una novela que opera como el lenguaje vasto que persigue una iluminación que llegó desde hace mucho pero que no se encuentra por que se busca en lugares equivocados.
Uno de los lugares donde busca, es en el cuadrilátero y en la cofradía que se genera a partir de la práctica del boxeo. Ahí parece haber la respuesta a un acertijo; expectativa falaz y condenada a la desgracia. Es una novela que no es de boxeo. Pero hay boxeo
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Tengo para mí que los libros más interesantes sobre boxeo tienden a ser los de no ficción –ensayos, crónicas, estudios sociológicos o relatos históricos–, y quizá porque la ficción quiere ser tan sobre el boxeo, tan “representativa”, que termina por acartonar lo fluido y por sofocar toda vida bajo una montaña de alegorías y metáforas forzadas. Escribe Joyce Carol Oates en su libro clásico de los ochentas, On Boxing, a propósito de esto último:
Life is like boxing in many unsettling respects. But boxing is only like boxing.
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Mucha de la prosa sobre boxeo describe arcos dramáticos en ascenso, o caídas rutilantes, o promesas fallidas. Pero, como Fat City de Gardner, de pronto hay otros personajes que no cruzan esos umbrales ni se ajustan a esos moldes. A. J. Liebling, el histórico glotón que estuvo en el desembarco en Normandía y que escribió quizá el gran libro del siglo XX sobre boxeo –The Sweet Science–, reparó justo en esto en su libro:
The characters who hold the book, and the whole fabric of the sweet science together, are the trainer-seconds…
Ruben, el personaje, esperanzado y confiado, optimista de que encontrará el diamante que oculta Stockton, es uno de esos protagonistas.
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Nomás seguir los hilos azarosos: A.J. Liebling escribió un libro sobre los primeros años de la guerra. The Road Back to Paris. Un empedernido francófilo, le cala mucho el París ocupado. Y se parece al pánico y el desasosiego que embargó a Woolf o a Connolly ante la perspectiva de un triunfo del fascismo. Deprimido y todo, el libro es luminoso. Si lo encuentran, no lo dejen ir.
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Cinco textos sobre boxeo: On Boxing, de Joyce Carol Oates, The Sweet Science, de A. J. Liebling, The Fight, de Norman Mailer, Las glorias del gran Púas, de Ricardo Garibay, y Body & Soul: Notebooks of an Apprentice Boxer, de Loic Wacquant.
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Por cierto: “Fat city” se refiere a un estado o una condición idilica, paradisiaca, confortable y, abrumadoramente imaginaria. Estar en Jauja, dirían los que estudiaron hispánicas.
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En su conversación con David Lida para The Paris Review, se tocó el tema crucial, el del único libro.
INTERVIEWER
Does it matter to you that you haven’t written another book?
GARDNER
Oh yeah, I feel it mattering to me. There’s the wife of one of my friends, she’s a poet and he’s a novelist. She has a tendency to kind of scoff at me. She said, Only one book? I’m sensitive to that kind of stuff. I resent it and it still troubles me.
Y más adelante, habla de la novela en la que está trabajando. Y es conmovedor escuchar la cantidad de cosas no dichas, las pequeñas frustraciones que se escurren entre las palabras que sí pronunció para responder:
Oh yeah. I’m working on a novel, yeah—that’s sustained by illusion. I have days go by where I don’t do anything. I think I could just do things like cooking, buying food, washing dishes, and it could take a whole day, you know. I don’t know what it is. It could be anything, like lack of confidence that I could do it again. But I haven’t lost everything mentally that I used to have. I’m too early in this book to want to be tied down to what it is—I had a different book in mind for a long time. But then it also seems to me that I’ve let so much time go by. I’m reaching an advanced age where I can’t just sit around and wait until I can shake this up into something wonderful. I have to do the best I can. And you know, it’s like rising to the occasion. If you planned to do something terrific, maybe the whole thing is intimidating and you don’t do it at all. Maybe a more modest ambition opens the door. Maybe you just do a good job.
Aunque claro, se trata de una novela muy de vatos, en un sentido, o en varios. Y quizá lo conmovedor esté atemperado, o sesgado. Quizá sí, y eso es también una virtud: una novela no que deconstruye pero que descoloca y que desnuda.
Además, leímos un texto de Italo Calvino. “¿Por qué leer los clásicos?”, se llama. Y entre sus párrafo, dice esto:
8. Un clásico es una obra que suscita un incesante polvillo de discursos críticos, pero que la obra se sacude continuamente de encima.
El clásico no nos enseña necesariamente algo que no sabíamos; a veces descubrimos en él algo que siempre habíamos sabido (o creído saber) pero no sabíamos que él había sido el primero en decirlo (o se relaciona con él de una manera especial). Y ésta es también una sorpresa que da mucha satisfacción, como la da siempre el descubrimiento de un origen, de una relación, de una pertenencia. De todo esto podríamos hacer derivar una definición del tipo siguiente:
9. Los clásicos son libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos, inesperados, inéditos resultan al leerlos de verdad.
Presentamos una entrega más de ¡Qué rico el haiku-ku!, un resumen de lo acontecido durante los pasados seis días enunciado siguiendo las restricciones —o las libertades, según se vea— formales de pocas sílabas y pocas líneas.
El abrigo de la nómina
Es el sofoco del cubículo de oficina.
El deseo es un canal de drenaje desbordado.
Arriesgue el propio, con confianza.
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Una nueva entrega del ÍndiceTSH, un homenaje-plagio del famoso índice de la revista Harper’s: datos duros para preguntas urgentes.
El 5% de ustedes1 dicen que les encanta apostar en el casino, juegos de cartas, etc.
El 35% de ustedes, dicen que apuestan de vez en cuando, en un poquer o un dominó.
El 33% de ustedes dicen estar en contra de las apuestas.
El 27% de ustedes dicen que a veces participan en alguna quiniela o apuestan a algún deporte.
Una nueva entrega de la columna, ¿Suerte?, una oferta de elementos que para los próximos seis días podrían estar acompañados de fortuna en los juegos de azar:
El sonido de la semana: el sonido de una maldición gritada pero de inmediato sofocada porque el lugar es público y qué pena.
El olor de la semana: el olor de una inundación pluvial que anega el desagüe.
Insulto de la semana: Sangregorda
El ser vivo de la semana: Megachile parallela
La tonalidad ascendente: Cobrizo
La tonalidad descendente: Uva
Una nueva entrega del Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana. Se trata de un formato simplificado, de seis signos agrupados según cada dos meses calendario ahora, como servicio a la comunidad, aquí la frase que según los arcanos de este Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana, influirá o calificará lo que resta de su semana:
Uno mismo es la persona menos indicada para percibir en sí la totalidad individual.
La palabra ya pronunciada suena a lo irremediable en su carácter ya enunciado; la palabra pronunciada es la carne mortal del sentido.
La lucha de un artista por una imagen definida y estable de su personaje es, cuando mucho, una lucha consigo mismo.
La profundidad de una amistad no puede juzgarse por la proximidad o la regularidad en la comunicación, sino por la generosidad con la que cada uno acepta las faltas del otro
¿A quién no se le escapa un comentario soez, malvado, desafortunado o directamente una confidencia que juramos no contar jamás?
Vivir, vivir de una manera auténtica ni es fácil, ni sencillo ni indoloro. Requiere esfuerzo físico e intelectual, requiere sacrificio, requiere tiempo y requiere agallas.
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Para esta edición del Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana, se consultaron a dos arcanos: Mijail Bajtin y Isabel Coixet.
La muestra poblacional es caprichosa –limitada por el magro alcance de mis propias redes sociales– y el margen de error es, como dirían los escolásticos, una cuestión de fe