Primero que nada, esto fue lo que sonó:
Como todo buen hijo, saco a mi padre
del agua, lo arrastro del cabello
por la arena blanca, sus nudillos dejan un surco
que las olas se apuran a borrar. Porque la ciudad
más allá de la costa ya no está
donde la dejamos. Porque la catedral
bombardeada es ahora una catedral
de árboles. Me arrodillo a su lado para ver cuánto
podría hundirme. ¿Sabes quién soy,
Ba? Pero la respuesta nunca llega. La respuesta
es un agujero de bala en su espalda, rebosando
agua salada. Permanece tan quieto que, pienso,
podría ser el padre de cualquiera, hallado,
como una botella verde que aparece
a los pies de un niño y contiene un año
que nunca tocó. Toco
sus orejas. Es inútil. Lo giro
bocarriba. Para enfrentarla. La catedral
en sus ojos de mar negro. El rostro
no es el mío, pero lo usaré
para besar de buenas noches a todos mis amantes
del modo en que cierro los labios de mi padre
con los míos y comienzo
la devota tarea del ahogamiento.
—Ocean Vuong, “Telémaco”
El programa de esta semana fue más bien una especie de programa fragmentado. Qué rápido se hace uno a la costumbre de la comodidad de lo organizado. El desorden requiere de un compromiso y una tolerancia que reconozco ajenas. Sobretodo, los fragmentos tuvieron que ver con la escritura. Con cierta historia de la escritura. Y con cierta perspectiva de la historia de la escritura. En particular, tuvo que ver con, Escuchar con los ojos a los muertos, un texto de hace algún tiempo del historiador francés Roger Chartier.
Nadamos en lenguaje, insistimos. Pero no un lenguaje unívoco, uniforme; nadamos en fragmentos de lenguaje en distintos grados de legibilidad. Nadamos en lenguajes contradictorios, enfrentados, intempestivos, privados, polisémicos, a veces diáfanos. Nadamos en fragmentos de lenguaje. Y eso, de alguna manera, le preocupa Chatier.
“Al romper el antiguo lazo anudado entre los textos y los objetos, entre los discursos y su materialidad, la revolución digital obliga a una radical revisión de los gestos y las nociones que asociamos con lo escrito.”
Una de las preocupaciones de Chartier es la noción de origen. La pérdida de vista –literal y metafórica– del todo, del sitio de donde surgen los fragmentos que nos acompañan.
“La discontinuidad y la fragmentación de la lectura no tienen el mismo sentido cuando están acompañadas de la percepción de la totalidad textual contenida en el objeto escrito, que cuando la superficie luminosa que muestra los fragmentos de escritos no deja ver inmediatamente los límites y la coherencia del corpus de donde se los extrajo.”
Otra de las preocupaciones de Chartier es la de la pérdida del legado. Más propiamente, la pérdida de la materialidad forzada no por el paso del tiempo –en ese sentido dice justo que los incunables no tienen nada que temer–, sino por una noción particular de abandono. Y ese pasado es crucial para producir y para entender:
Pierre Bourdieu veía en esta contemporaneidad de pasados sucesivos una de las características propias de los espacios de la producción y del consumo cultural:
“Toda la historia del campo es inmanente al funcionamiento del campo y para estar a la altura de sus exigencias objetivas, en tanto productor pero también en tanto consumidor, hay que poseer un dominio práctico o teórico de esta historia.”
Dicha posesión o su ausencia distingue a los doctos de los ingenuos, y presenta las diversas relaciones que cada obra nueva entabla con el pasado: la imitación académica, la restauración kitsch, el retorno a los antiguos, la ironía satírica, la ruptura estética.
Ahora, esto sobre Shirley Jackson, que escribe Mason Currey en Rituales cotidianos: Las artistas en acción.
El título para la próxima semana //30 de marzo//: Domingo, de Natalia Ginzburg.
Y para una semana después //6 de abril//: Mirar, de John Berger.
Y para dentro de tres semanas //13 de abril//: El acontecimiento, Annie Ernaux
Una nueva entrega de la columna Los libros no se rayan:
“A butler of any quality must be seen to inhabit his role, utterly and fully; he cannot be seen casting it aside one moment simply to don it again the next as though it were nothing more than a pantomime costume.” (Kazuo Ishiguro)
“De la misma manera que olvidar es la condición de la memoria, borrar es la condición de lo escrito.” (Roger Chartier)
“Quiero que la escritura y la vida se conviertan en un mismo todo, así escribir no sería más que vivir pero sobre la página, una extensión de la vida que estaba viviendo antes de sentarme a escribir”. (Sheila Heti)
Cartulario: 1. m. y f. Escribano, y principalmente el de número de un juzgado, o el notario en cuyo oficio se custodian las escrituras de que se habla. // 2. m. En algunos archivos, libro becerro o tumbo.
Una nueva entrega de la columna de opinión semanal: “Por eso, pero ¿cómo?”, la serie de consejos no solicitados para problemas cotidianos.
Por eso, pero ¿cómo decidir con qué herramientas escribir?
Pregúntese primero, ¿quiero informar, conmover, escandalizar o desahogarme?
Si la respuesta fue informar, pregúntese entonces si la información son hechos verificables, rumores, datos alfanuméricos o concerniente al relato de sueños y/o ensoñaciones diurnas.
Si la respuesta fue hechos verificables, pregúntese entonces si se trata de hechos que involucran a usted y/o alguien conocido, hechos de la naturaleza, hechos de acontecimientos realizados por el ser humano.
Si la respuesta fueron hechos que involucran a usted y/o alguien, conocido pregúntese entonces si se trata de asuntos positivos, de asuntos negativos, de asuntos sin importancia, de asuntos comprometedores.
Si la respuesta fue asuntos positivos, utilice pluma de tinta negra sobre papel blanco de por lo menos 70 gramos sin marcas ni márgenes.
Para cualquier otra respuesta, utilice grafito HB, F, H, o 2H sobre papel rayado o con cuadriculado de 4 mm.
Por favor, opine sobre el boletín. ¿Así va bien? ¿Qué le hace falta? ¿Qué le sobra? De antemano, gracias.
Profesor, muchas gracias por su trabajo para éste boletín. Me faltó el clima (¡!)
También olvidaba, la semana pasada me fascinaron las crónicas de Clarice Lispector. Siruela las tiene editadas completas y de alguna forma a pesar de su brevedad individual promueven una reflexión que trasciende los días.