Antes que nada, esto fue lo que sonó:
Llama de asteráceas, pétalos que fractales, fueron geometría antes que flor. Verde es la lava, del color que consume el fuego, la semilla que explotó en el aire incendiada por la violencia. Bromelias que no serán bromelias . Tillandsias que flotaron antes de la ley de la gravedad, flores aéreas, porque no existía la superficie. Y el espíritu del universo se movía sobre las aguas y no era pez ni trilobite. Amarantáceas con pelos y tentáculos. Flores que pudieron tener aletas y no pétalos. Tal vez monstruos. —Elena Salamanca, “Tal vez monstruos”, (Fragmentos de Incognita flora cuscatlanica).
El libro de esta semana y de la semana siguiente es Las rosas de Orwell, de Rebecca Solnit.
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Rebecca Solnit, pos, es difícil de abarcar en una descripción sencilla. Los clásicos Men explain things to me, –que incluye este ensayo homónimo y fundamental– y Wanderlust: A History of Walking ya tienen un rato de circular y de influir, cada uno a su manera, en la cultura.
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George Orwell, pos, es difícil de abarcar en una descripción sencilla. Los clásicos 1984 y Rebelión en la granja ya tienen un rato de circular y de influir, cada uno a su manera, en la cultura.
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El libro de Solnit es además de muchas otras cosas una biografía intelectual de George Orwell a partir de un hecho aparentemente menor en su currículum.
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“Durante la primavera de 1936, un escritor plantó rosas.”
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El ensayo biográfico, como pastilla efervescente, estalla y quiebra la superficie quieta de la escritura con las posibilidades de la especulación, la insinuación, la digresión y los caminos contradictorios. Como pastilla efervescente, la solidez histórica se ve sacudida por las posibilidades y las ambivalencias del ensayo.
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Richard Holmes, un eminente historiador de varios personajes del romanticismo europeo, dice sobre el trabajo y el arte de la biografía:
biography has always been a personal adventure of exploration and pursuit, a tracking. It is uncertain in its beginning, when even the first outline of a glimpsed subject may change into someone else, or become a minor role in another life, or simply fade away into the historical undergrowth. It is tantalizing in its final destination, when a completed biography invariably leaves so much else to be discovered, sometimes by other means.
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Tina Modotti fotografió rosas, nos recuerda Solnit. Y también que durante la Cumbre de Yalta, Stalin mandó traer un frondoso limonero de su Georgia natal al palacio de Livadia. El día anterior Roosevelt y él tomaron martinis y opinaron que les faltaba un twist de limón. La anécdota la registra Diana Preston.
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De alguna manera, este párrafo es la píldora efervescente de la que surge el libro entero (yo puse las negritas porque, me parece, ahí está el quid del quid):
In the last phase of his life, he was both intent upon writing Nineteen Eighty-Four and devoting huge amounts of his time, energy, imagination, and resources to building up a garden verging on a farm, with livestock, crops, fruit trees, a tractor—and a lot of flowers—on the remote tip of a Scottish island. What is it that makes it possible to do the work that is of highest value to others and one’s central purpose in life? It may appear—to others, sometimes even to oneself—trivial, irrelevant, indulgent, pointless, distracted, or any of those other pejoratives with which the quantifiable beats down the unquantifiable.
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No es un libro sobre jardinería, tampoco es un libro sobre botánica, ni sobre genética, ni sobre geología. Aún así, esta efervescencia es expansiva y lleva hacia allá. Por ejemplo, menciona a la naturalista Rose Haig Thomas, fundadora de la Sociedad Mendel y autora de un libro infantil sobre las arañas. R.H. Thomas publicó varios artículos en la revista Nature. Uno de ellos describe a un gusano luminoso que se encontró:
RETURNING home on a very dark evening a few days ago, I saw on the ground a greenish phosphorescent light which, in the distance, I took to be a glowworm (Lampyris noctiluca), but a nearer approach showed a luminous thread-like worm of 1¼ inches in length, moving in curves along the gravel drive. I stooped and placed a finger and thumb on either side of the glowing thread without actually touching it, and in a few seconds observed that, aware of danger either from scent or vibration, the insect showed a remarkable power of control over its luminosity, invaluable for protection. It began to extinguish its light, and in a most peculiar fashion, not dying slowly out all over, but with a rapid wave of darkness sweeping from the tail to the head, then in a second or so glowing brightly all over again, repeating the manœuvre several times so long as my finger and thumb remained in its vicinity. A glass was brought, into which I transferred the insect, where it glowed with a lessened light for three or four hours. The next night the phosphorescence was very feeble, and on the morning following the insect was dead.
Leímos también el tremendo relato de Amparo Dávila, “El huesped”. Qué tremendo terror; nunca olvidaré la primera vez que lo leí.
Nunca olvidaré el día que vino a vivir con nosotros…
Presentamos una entrega más de ¡Qué rico el haiku-ku!, un resumen de lo acontecido durante los pasados seis días enunciado siguiendo las restricciones —o las libertades, según se vea— formales de pocas sílabas y pocas líneas.
Aparece un dolor sin forma
Diálogo entre dos cuerpos inferidos del presente
El posible y el último.
Arriesgue el propio, con confianza.
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Una nueva entrega del ÍndiceTSH, un homenaje-plagio del famoso índice de la revista Harper’s: datos duros para preguntas urgentes.
El 7% de ustedes1 dicen que tienen miedo y pánico a viajar en avión y lo hacen solo tomando pastillas.
El 53% de ustedes dicen que les encanta o por lo menos disfrutan volar en avión.
El 38% de ustedes dicen que salvo por la turbulencia, todo al tiro con volar en avión.
El 2% de ustedes dicen que tienen fobia total a los aviones y no los usan.
El 87% de ustedes dicen que prefieren que les digan primero la mala noticia.
El 13% de ustedes dicen que prefieren que les digan primero la buena noticia.
Una nueva entrega de la columna, ¿Suerte?, una oferta de elementos que para los próximos seis días podrían estar acompañados de fortuna en los juegos de azar:
El sonido de la semana: el sonido de dos perros que caminan por la calle y de pronto se sorprenden uno a otro.
El olor de la semana: el olor del cartón mojado
Insulto de la semana: Cicatero
El ser vivo de la semana: Nyctereutes procyonoides
La tonalidad ascendente: Rufo
La tonalidad descendente: Uva
Una nueva entrega del Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana. Se trata de un formato simplificado, de seis signos agrupados según cada dos meses calendario ahora, como servicio a la comunidad, aquí la frase que según los arcanos de este Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana, influirá o calificará lo que resta de su semana:
Araña que habla [Enero - Febrero]
Es una persona que sabe escuchar en silencio, incluso cuando los demás en vez de hablar sueltan apenas un suspiro o un jadeo.
Kraken miniatura [Marzo - Abril]
La suya es una actividad que requiere técnica y atención.
Gato bicéfalo [Mayo - Junio]
Respira más que aire, respira viento que anda por todos lados, que tiene el privilegio de andar por todos lados.
Esporas Interminables [Julio - Agosto]
No creo en las bellezas que se van revelando poco a poco, a poco que nos las inventemos; sólo me importan las apariciones.
Moscardón [Septiembre - Octubre]
Deja de pertenecer al instante, la sal de las horas se diluye, y en la agonía del pasado que siempre comienza, el porvenir se alza y de inmediato echa a correr.
Caldo primigenio [Noviembre - Diciembre]
El bosque, por fin, se cierra como un libro: el héroe queda entregado a la suerte; su biógrafo, a la precariedad de las hipótesis.
Para esta edición del Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana, se consultaron a dos arcanos: Ana Paula Maia y Pierre Michon.
La muestra poblacional es caprichosa –limitada por el magro alcance de mis propias redes sociales– y el margen de error es, como dirían los escolásticos, una cuestión de fe.
Gracias Pablo!