TSH 20.11.24
Antes que nada, esto fue lo que sonó:
LA CAMA ES UNA CANOA, ¡no saques los pies de la manta! Cenaremos salmón, cenaremos pollo, mancharemos las sábanas, las lavaremos en las cataratas. Agárrate fuerte a mí. Soy una canoa. Que el jardín, que los niños que mueren de hambre, la abuela, la tele, el perro, las galletas, los locos, la mesita, los chinos, la lucecita no existan. Agárrate fuerte a mí que soy una canoa. —Irene Solà, La cama es una canoa
El libro de la semana pasada y de esta semana fue Mundos del fin de la palabra, de la británica Joanna Walsh.
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Estos cuentos son fosfenos en el ojo del lenguaje. Usted disculpe la mezcla de metáforas. Señal de mala educación y malos modales. Pero es que hay deslumbramiento en esta obra. Un deslumbramiento casi literal. Hay ese golpe de luz que ciega por un momento y luego, permanece en forma de manchas que danzan y despliegan sobre el campo visual. Aunque no es necesariamente en el campo visual. Quedan esos fosfenos, esas pequeñas máculas, esos fenómenos entópicos, esas miodesopsias, pero sobre otro de los campos que nos permiten aprehender el mundo: sobre el lenguaje. Eso queda. Fosfenos del lenguaje. Miodesopsias de la voz, del habla, de la interacción.
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Hermann von Helmholtz describió en su Tratado de óptica fisiológica (1866) sus investigaciones sobre el tema de los fosfenos. Hacía experimentos apretándose los párpados con distintas intensidades y tiempos. Esto inducía distintos colores y formas. De pronto había figuras que describía como parecidas a hojas muy finas o a las superficies colmadas de musgo. Otras eran despliegues de geometría caleidoscópica. Aparentemente hay toda una serie de patrones hallados en investigaciones recientes y no tan recientes. Incluso unas conocidas como el patrón del caparazón de una tortuga. Ah, y además, von Helmholtz inventó un instrumento, el oftalmoscopio, para poder observar el interior del ojo en 1850.
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Algunos se aferraban a las palabras sueltas para llenar el vacío mientras el lenguaje se desmoronaba; pero, sin la estructura de las frases, parecían locos, como un sintecho que vivió un tiempo en la esquina de mi edificio y que iba por ahí con un trozo de tubería diciéndole al primero que encontraba por la calle: «¿Dónde instalar? ¿Dónde instalar?». Aparte de esto, los tratantes de palabras ni siquiera articulaban frases, se limitaban a alargar cada sílaba agresiva, agraviada o esperanzadamente.
“Mundos del fin de la palabra”
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En la reseña que escribió Juan F. Comperatore para la revista digital Otra Parte, en diciembre de 2021, dice, entre muchas cosas, esto sobre el libro de Walsh:
Walsh abreva en la ambigüedad, la indeterminación y los múltiples sentidos de las palabras. Como hija dilecta de Lewis Carroll, ese deslizarse por la superficie del lenguaje le permite crear criaturas que acechan en nuestras bibliotecas y que han leído todos aquellos libros que hemos dejado a un lado por falta de tiempo o desinterés. Puede también dar cuenta de la amistad entre dos amigas como la relación existente entre una estrella orbitando alrededor de un agujero negro.
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Cuando considero un ruido o una marca hecha sobre un trozo de papel como una instancia de comunicación lingüística, como un mensaje, una de las cosas que debo suponer es que el ruido o la marca fueron producidos por un ser o unos seres más o menos semejantes a mi mismo y que fueron producidos con ciertas clases de intenciones. Si considero el ruido o la marca como un fenómeno natural semejante al murmullo del viento entre los árboles o una mancha del papel, los excluyo de la clase de la comunicación lingüística, incluso si el ruido o la marca no pueden distinguirse de palabras habladas o escritas.
Esto apuntó en su libro Actos del habla, el filósofo John Searle.
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En su Diccionario de lugares comunes, Flaubert consignó lo siguiente:
Arte: Lleva al hospital. ¿Para qué sirve? No sirve para nada, pues se lo reemplaza por la mecánica, que produce mejor y más rápido.
Literatura: Ocupación de ociosos.
Y en su Diccionario del diablo, Bierce consigna esto:
Corrector de pruebas, s. Malhechor que nos hace escribir tonterías. Afortunadamente el linotipista las vuelve ininteligibles.
Crítico, s. Persona que se jacta de lo difícil que es satisfacerlo, porque nadie pretende satisfacerlo.
También leímos un ensayo de G. K. Chesterton dedicado al tema de las novelas de detectives y los errores en los que caen. Así se llama el ensayo: “Los errores en las novelas de detectives” y comienza de este modo:
Aparece compilado en el libro Cómo escribir relatos policiales, editado por Acantilado. Aquí está completo en inglés.
Una nueva entrega del ÍndiceTSH, un homenaje-plagio del famoso índice de la revista Harper’s: datos duros para preguntas urgentes.1
El 8% de ustedes dicen que no les gusta lavar platos. Cero. Que lo haga alguien más.
El 28% de ustedes dicen que hallan un disfrute moderado en lavar platos.
El 47% de ustedes dicen que no disfrutan lavar platos, pero que lo hacen.
El 16%* de ustedes dicen que les encanta lavar platos, que hasta sistema tienen para hacerlo.
Regresó la columna, ¿Suerte?, una oferta de datos y hechos que para los próximos seis días podrían estar acompañados de fortuna en los juegos de azar:
La cifra de la semana: 411, fotones por centímetro cúbico referente a la densidad energética del Fondo cósmico de microondas. Este FCM tiene tal cantidad de densidad de fotones que de no ser por que se está enfriando gracias a la expansión del universo, el cielo nocturno brillaría tanto como el sol.
El personaje mitológico de la semana: Tsuchigumo, la araña gigante de la mitología japonesa.
La doctrina filosófica de la semana es: el actualismo
El símbolo ortotipográfico de la semana es: El símbolo por lo tanto (unicode U+2234)
El objeto de la semana es: El enchufe tipo G
La tonalidad ascendente de la semana: Rojo toscano
La tonalidad descendente: Turquesa
Una nueva entrega del Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana. Se trata de un formato simplificado, de seis signos agrupados según cada dos meses calendario ahora, como servicio a la comunidad, aquí la frase que según los arcanos de este Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana, influirá o calificará lo que resta de su semana:
El hombre, pequeño ser perdido en el seno del universo, tiene mucho mérito. A pesar de todo, ha sostenido y sigue sosteniendo la antorcha de la vida.
La conciencia de la muerte nos invita también a responder a otra necesidad fundamental: la de la superación de nosotros mismos, que está unida al deseo de realización, pero de manera más emocionante o radical.
En la palabra «sentido» hay que entender las tres acepciones: «sensación», «dirección», «significación». Contraídas como una piedra preciosa, estas tres acepciones hacen cristalizar en cierto modo los tres niveles esenciales de nuestra existencia en el seno del universo vivo.
Uno de los perniciosos supuestos del «haz lo que te gusta» es que todo aquel que ha triunfado hace lo que le gusta (y a la inversa, todo aquel que hace lo que le gusta ha triunfado).
Nos dijeron que la universidad sería el camino para conseguir un trabajo de clase media. No era verdad.
Por encima de todo, los trabajadores precarios están agotados (e independientemente de cuáles sean las especificidades de su trabajo, quemados).
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Para esta edición del Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana, se consultaron a dos arcanos: François Cheng y Anne Helen Petersen.
Los datos para este ÍndiceTSH provienen de las respuestas a consultas realizadas en mis redes sociales periódicamente. Además, para que no parezca que hago la pregunta y escondo la mano, con un asterisco está marcada la respuesta que yo mismo daría.