Antes que nada, esto fue lo que sonó:
Tal vez yo no quiera hallarte y por eso no te veo, que es el ansioso deseo el que logra realizarte. A ti no te toca darte: si mi soberbia te invoca, es a mí, a quien me toca salir al encuentro tuyo. Me acerco a ti, te construyo… Ya tengo fe, ya estoy loca. —Guadalupe Amor, “Décimas a Dios”
El libro de esta y de la próxima semana es Todas las bicicletas que tuve, de Powerpaola.
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Las bicicletas son máquinas impulsadas por una misma. Una decide hacia donde quiere desplazarse.
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Pocos instrumentos, pocas herramientas, pocos enseres de la vida diaria como la bicicleta para caracterizar el vaivén entre la dependencia y la independencia; el oscilar entre lo sujeto y lo disperso; entre el horizonte y la cercanía. Y como queda claro en esta novela gráfica, es también un vehículo de la memoria.
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Aunque no es el enfoque del libro —la próxima semana echamos esa lectura clavada en el libro—, la bici como agente y objeto político es fascinante. Esto escribe, por ejemplo, el historiador James Longhurst:
¿Por qué es tan difícil, para empezar, que las bicis y los coches coexistan en la calle? La historia nos ayuda a responder esta pregunta de al menos dos formas. En primer lugar, los debates en torno a las bicicletas en la vía pública, al menos desde 1869, siguen patrones identificables. Pueden verse como intentos de respaldar o de deslegitimar la reivindicación de un recurso limitado por parte de grupos de interés contrapuestos. Estas batallas de la bici han vuelto a aparecer con cada cambio significativo de la tecnología o de las características demográficas de los usuarios de la carretera. En segundo lugar, estos debates históricos muestran en qué medida el desenlace de cada batalla ha determinado las condiciones del siguiente combate. Cada elección, cada táctica o cada fracaso constituyen la base del siguiente conflicto en torno al recurso público: por ejemplo, las señales de tráfico y los carriles pintados, implantados con la intención de que fueran controles de emergencia para el automóvil de las décadas de 1920 y 1930, configuraron la experiencia de los ciclistas durante el siglo siguiente.
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Nellie Bly, la periodista entrevistó a Susan B. Anthony, la activista de los derechos políticos y feminista. Y esto sucedió en la conversación:
Permítame que le cuente lo que pienso sobre andar en bicicleta —dijo la señorita Anthony, echándose hacia delante y apoyando suavemente la mano sobre mi brazo—. Creo que ha hecho más por la emancipación de la mujer que ninguna otra cosa en el mundo. Me pongo en pie y me alegro cada vez que veo a una mujer pasear sobre ruedas. Le da a la mujer una sensación de libertad y confianza en sí misma. La hace sentir como si fuera independiente. En cuanto se sube al sillín, sabe que no sufrirá ningún daño a menos que se baje de su bicicleta, y allá va, la imagen de la femineidad libre e ilimitada.
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F. J. Erskine, autora victoriana de la que no se conocen más obras, escribió un manual para que las damas victorianas anduvieran en bicicleta sin problemas. Un texto revolucionario para su época, pero firmemente anclado en 1897, año en el que se publicó, habla de que libertad pero habla de límites, de moderación, de no excederse. Revolucionario y sujeto a su tiempo.
La ciclista y su bicicleta han de moverse como si fueran un solo cuerpo; deprisa o despacio, con vigor o suavemente; independientemente de cómo sea el camino, la buena ciclista se desplaza, aparentemente sin esfuerzo, como un halcón cruzando la cúpula celeste.
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Según las autoridades de la CDMX, en 2020 se robaron 1,303 unidades de pedales (es decir bicicletas). En 2021 fueron 1,973. Y las estimaciones es que en esa ciudad se hurtan unas 5 bicicletas diarias.
¿Cómo es en su ciudad? ¿Mucho uso de bici? ¿Mucho robo?
Además, se apareció un relato de Richard Matheson: “The Curious Child”. Sobre este texto, Matheson escribió:
Supones que conoces tu vida hasta el último detalle. Pero ¿y si esos detalles fueran desvaneciéndose uno a uno? ¿Si olvidaras qué coche tienes? ¿Si olvidaras dónde vives? Eso era todo lo que tenía.
Una nueva entrega del ÍndiceTSH, un homenaje-plagio del famoso Harper’s Index: datos duros para preguntas urgentes.
El 23% de ustedes1 dicen que nunca salen en pants a la calle
Al 52% de ustedes dicen que sí usan pants, pero nunca coordinan el pantalón con la chamarra.
El 25% de ustedes confiesan que les encanta el pants coordinado.
Una entrega más de la sección Un lugar, una postal auditiva de un lugar significativo.
Esta ocasión, la postal la manda Didi Gutierrez:
Presentamos una entrega más de ¡Qué rico el haiku-ku!, un resumen de lo acontecido durante los pasados seis días enunciado con las restricciones formales de pocas sílabas y pocas líneas.
¿Cuántos dolores de espalda
Se necesitan para cambiarle a uno la convicción
Del bien estar?
Arriesgue el propio, con confianza.
Una nueva entrega de la columna, ¿Suerte?, una oferta de elementos que para los próximos seis días podrían estar acompañados de fortuna en los juegos de azar:
Los cuatro números de esta semana son: 5 - 9 - 11 - 27
El signo ortográfico de esta semana es: El acento circunflejo
El elemento químico de esta semana: Nihonio [Nh]
La tonalidad ascendente: Espinaca
La tonalidad descendente: Ocaso
Una nueva entrega del Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana. Se trata de un formato simplificado, de seis signos agrupados según cada dos meses calendario ahora, como servicio a la comunidad, aquí la frase que según los arcanos de este Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana, influirá o calificará lo que resta de su semana:
Araña que habla [Enero - Febrero]
A los pocos días comencé a sentirme tan bien instalada y cómoda como era posible en aquellas circunstancias.
Kraken miniatura [Marzo - Abril]
Me pasaban por la mente imágenes de violencia, pero aquella vez no eran abstractas; al contrario, eran claras imágenes de metralletas surgiendo de la oscuridad, rodeándonos, escupiendo fuego contra nosotras...
Gato bicéfalo [Mayo - Junio]
Me parecía que hacía mucho rato que no nos decíamos nada.
Esporas Interminables [Julio - Agosto]
Todo aquello que parecía entretener a los demás nosotros lo apartábamos como un obstáculo vulgar ante un placer divino.
Moscardón [Septiembre - Octubre]
Supongamos que tenemos la voluntad y la inteligencia necesarias para elegir bien a nuestros amigos, qué pocos de entre nosotros tienen ese poder, y qué limitada resulta la esfera de elección.
Caldo primigenio [Noviembre - Diciembre]
Se trata entonces de algún documento secreto, cierta correspondencia inédita, memorias que pueden arrojar sobre algunas personas una luz inesperada, y de la cual es difícil enterarse.
Para esta edición del Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana, se consultaron a dos arcanos: Angela Davis y Marcel Proust.
La muestra poblacional es caprichosa –limitada por el magro alcance de mis propias redes sociales– y el margen de error es, como dirían los escolásticos, una cuestión de fe.
Hola Profe, gracias por el programazo, delicioso episodio. Hay una anécdota familiar relacionada con la bici, se la comparto. Disculpará la extensión y la presunción de intentar hacerla relato.
“El Paseo”
Tuve una bicicleta en la era Mezozoica, o lo que es lo mismo, en mi adolescencia. Estaba pintada con los restos que podía exprimirles a latas de aerosol olvidadas en un trastero, parecía un Pollock, o un “batiburrillo” según mi Madre. Los arreglos mecánicos, improvisados y torpes, a los que la sometía en mi ociosidad, hacía que tuviese ciertas mañas, así le dicen los que tienen vehículos al intento de tapar el sol con un dedo.
La libertad que me daba era mayor a la carga que representaba, veintitantos kilitos, más de un tercio de mi masa, de alguna manera la “conservación del momento angular” funcionaba, y me llevaba con los amigos y la novia. Recuerdo, más que a la novia, los paseos sin destino en tardes aburridas de domingo, de alguna manera comulgaba, durante instantes, con la conciencia pletórica del que adolece lo dulce y lo amargo, con el hecho de estar vivo al sentir el viento; creo que nunca he vuelto a tener tanta carga viral de filosofía.
Toda anécdota debe tener un punto de quiebre, el de esta ocurrió un sábado por la noche en la que mi Papá me dijo:
-Chaparro, préstame la bici mañana, ¿sí?
Mis opciones eran limitadas, primero la orden y luego la oportunidad de la aquiescencia, por lo tanto, mi escueto:
-Si, Pa, llévatela,
puso fin a las “negociaciones”.
El domingo transcurría como todos los domingos del adolescente, eterno como la edad que debe tener el universo y aún un par de horas más. Ya casi anocheciendo, llegó mi Padre como si viniese del frente de batalla de una guerra en las que aún se luchase cuerpo a cuerpo. Totalmente despeinado, él, que siempre lucía el cabello como fotografía de peluquería. Caminando como montado en un caballo invisible, tan distinto a su paso recto y firme. Con un raspón en el brazo y otro que se adivinaba en la pierna a través del pantalón de mezclilla roto. Manchas de tierra y lodo dominaban la paleta de colores de su habitual bien vestir.
La pregunta debía hacerse, con esa voz quebrada de adolescente, lleno de angustia dije:
- ¿Y mi bici?
Mi Mamá me dio un codazo y ayudando a mi Papá, lo encaminó a la regadera preguntando:
- ¿Cómo les fue?
El amor hace que pasemos de largo por los más acerados comentarios.
Mas tarde, cenando con mi hermana, mi Madre nos contaba las peripecias de “El paseo” que mi Papá y sus amigos habían decidido dar en bicicleta, ella reía y reía sin parar mientras enlazaba confusos momentos; algo de que el pantalón de mezclilla había dejado a mi Padre tan rozado que tuvo que recordar ciertos remedios aplicados en nuestra infancia, algo de que la cadena se salió en el peor momento y consecuentemente mi Papá se encontró de pronto en una zanja, algo que tenía que ver con una chamarra y con deshidratación, ante la confusión de lo narrado mi atención se volcó en el hecho de que providencialmente había pasado un amigo de mi Papá y lo trajo a casa en coche. El hecho de que mi Padre no fuese a trabajar al siguiente día, porque le dio “temperatura” según la clínica materna, constituyó un hito familiar, mi Padre NUNCA había faltado al trabajo. Eso hubiese bastado para poner en balanza mi bicicleta, olvidada en un recóndito paraje, frente a la penosa odisea paterna, pero las balanzas no son confiables cuando los pesos los ponemos nosotros, extrañé mi bicicleta un buen par de meses, a la novia, que terminó conmigo por no ir a verla, la extrañé menos.
Eventualmente los paseos dominicales retornaron, con una bicicleta “moderna” por supuesto, con adecuado atuendo y minuciosa planificación, el “hobbie” duró casi dos décadas y tuvo destinos turísticos hermosos, convivencias de las que los amigos siguen hablando mientras recuerdan hazañas dignas de los libros y merecedoras de aparecer en programas deportivos; hasta se hizo un club con logotipo, patrocinadores, socios y eventos “ciclísticos” anunciados hasta con un año de antelación. Muchas personas aún están agradecidas por ese universo que se les abrió y en el que solo necesitaban para habitarlo un par de ruedas y algo de empeño físico.
Yo me quedé sin bicicleta, mi Padre encontró un manantial de felicidad, me lo agradeció proveyendo libros para que en esas tardes de domingo las letras suplieran aquellas dos llantas. Gracias, gracias sean dadas a las bicicletas.
Oiga profe, no quisiera demostrar mi ignorancia o falta de atención, pero ¿en algún programa ha tenido como invitado a Diego Rabasa? Todavía recuerdo de los primeros episodios cuando usted llegaba y lo bromeaba (sé que está mal conjugado, pero lo escuché y me gustó cómo suena) con algún comentario sobre los Gallos Blancos. Saludos, gracias por el programa! Le iba a escribir al chat, pero por razones tecnológicas nunca he podido instalarlo.