TSH 14.08.24
Antes que nada, esto fue lo que sonó:
Guardar una cosa no es esconderla o encerrarla. En un cofre no se guarda nada. En un cofre la cosa se pierde de vista. Guardar una cosa es verla, escudriñarla, mirarla por admirarla, es decir, iluminarla o ser por ella iluminado. Guardar una cosa es vigilarla, o sea, hacer vigilia por ella, es decir, velar por ella, es decir, estar despierto por ella, es decir, estar por ella o ser por ella. Por eso mejor se guarda el vuelo de un pájaro Que un pájaro sin vuelos. Por eso se escribe, por eso se dice, por eso se publica, por eso se declara y declama un poema: Para guardarlo: Para que él, a su vez, guarde lo que guarda: Guarde lo que sea que guarda un poema: Por eso la apuesta del poema: Por guardar lo que se quiere guardar. —António Cícero, “Guardar”
Hubo de todo en el programa. Desde silencios un par de segundos más extensos de lo conveniente hasta las promesas incumplidas de hablar de temas que no dio tiempo de tratar. Entre lo que sí se mencionó: los textos del pasado sobre el futuro tecnológico que envejecieron mal; el pánico mediático ante las amenazas de la inteligencia artificial; la trabajosa vida de la virtud ética; la cantidad de desperdicio de materiales que se requieren para hacer un microchip de unos cuantos gramos de peso.
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La cadena de suministros que vincula las cámaras estériles de la innovación tecnológica con la extracción de estos minerales está envuelta en un velo de conveniente opacidad, fomentado por empresas y proveedores intermedios que no certifican el origen de los materiales con los que trabajan.
Esto escriben los miembros del Taller Estampa, al hacer una Cartografía de la Inteligencia Artificial Generativa.
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Estos velos de conveniente opacidad son tan similares a las sábanas translúcidas con la que los fantasmas clásicos persisten acechándonos. Esos espectros conceptuales. Un acecho muy similar, si se quiere, a la hauntology de Mark Fisher, esa que revela que lo que nos acecha no es tanto un pasado que aulla y arrastra cadenas, sino los futuros extraviados que el siglo XX nos prometió.
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Al pensar en los chips que, permitieron la miniaturización de los procesos que simplifican nuestra cotidianidad, con frecuencia se nos olvida considerar su materialidad. Es que son tan pequeños, están tan ocultos. La investigadora Jennifer Gabrys explica parte de este componente sólido y concreto en su libro Digital Rubbish: A natural history of electronics.
Desde el diseño hasta su fabricación, el microchip típico requiere de más de 200 trabajadores, dos años de labor y una cantidad considerable de materiales y químicos para llegar a estar terminado.
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Muchos de estos materiales no se reflejan en el producto electrónico final sino que se desechan como parte de los flujos ocultos de recursos que forman parte de nuestros dispositivos electrónicos. De hecho requieren muchos más recursos de los que esos dispositivos miniaturizados sugieren. Para producir un microchip de dos gramos de peso, se requieren 1.3 kilogramos de combustibles fósiles y materiales. En este proceso, solo una fracción del materiale empleado para su fabricación está contenido en el producto final, ya que hasta el 99% de los materiales empleados se desecha durante el proceso de producción. Muchos de estos materiales de desecho son químicos —contaminantes, inertes, o incluso con niveles no identificados de toxicidad.
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Robert Coover, uno de los mejores escritores menos leídos de finales del siglo XX, escribió en 1992 un texto titulado “The End of Books”. Lo publicó en el New York Times. Y decia cosas muy interesantes sobre, entre otras cosas, “la tiranía de la línea” y el papel que jugarían los hipertextos en subvertir tal despotismo. Al momento de escribir el texto, Coover tenía setenta años. Y con la distancia quizá muchas de sus interrogantes parecen obsoletas. O quizá no:
And what of narrative flow? There is still movement, but in hyperspace's dimensionless infinity, it is more like endless expansion ; it runs the risk of being so distended and slackly driven as to lose its centripetal force, to give way to a kind of static low-charged lyricism —that dreamy gravityless lost-in-space feeling of the early sci-fi films. How does one resolve the conflict between the reader's desire for coherence and closure and the text's desire for continuance, its fear of death? Indeed, what is closure in such an environment? If everything is middle, how do you know when you are done, either as reader or writer? If the author is free to take a story anywhere at any time and in as many directions as she or he wishes, does that not become the obligation to do so?
Vive todavía, Robert Coover. Y antes de que se hagan los homenajes póstumos, háganse el favor de leerlo. Por aquí o por aquí sugiero comenzar.
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As Rilke observed, love requires a progressive shortening of the senses: I can see you for miles; I can hear you for blocks; I can smell you, maybe, for a few feet, but I can only touch on contact, taste as I devour. And as we blend, sight, the sovereign senses and concept’s chief content, blurs. “The lover”, Rilke wrote, “is in such splendid danger just because he must depend upon the co-ordination of his senses, for he knows that they must meet in that unique and risky center, in which, renouncing all extension, they come together and have no permanence”
Esto escribe William Gass en su extenso ensayo sobre el lenguaje, el erotismo y la vulgaridad, On Being Blue.
Además, leímos un fragmento del ensayo “Una habitación desordenada”, de Vivian Abenshushan. Aparece en el libro del mismo nombre publicado en 2007. Así comienza:
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Una nueva entrega del ÍndiceTSH, un homenaje-plagio del famoso índice de la revista Harper’s: datos duros para preguntas urgentes.
El 3% de ustedes dicen que más o menos cada mes cambian de estilo de peinado, de corte, de color de tinte, y demás.
El 17% de ustedes dicen que como entre uno y seis meses cambian de estilo de peinado, de corte, de color de tinte, y demás.
El 27% de ustedes dicen que como cada año o dos cambian de estilo de peinado, de corte, de color de tinte, y demás.
El 52% de ustedes dicen que casi nunca cambian de estilo de peinado, de corte, de color de tinte y demás porque más vale bueno por conocido…
Inauguramos una nueva columna, intitulada Tres cosas halladas al fondo de la mochila1, una celebración de las vaguedades que van dando forma a la curiosidad y que sirven como punto de partida para observar el mundo.
El dato: Serán 949.7 kilómetros los que recorrerá el Tour de Francia de mujeres (Tour de France Femmes) en ocho etapas.
El objeto: La Action Office. El mobiliario diseñado por Robert Probst que en 1964 cambió el modo en el que se estructuró el espacio de la oficina. Fue el punto de partida para la creación de los cubículos que ahora son la pared de los laberintos godín por toda la comarca.
El personaje: Wolfgang von Kempelen
Una nueva entrega del Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana. Se trata de un formato simplificado, de seis signos agrupados según cada dos meses calendario ahora, como servicio a la comunidad, aquí la frase que según los arcanos de este Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana, influirá o calificará lo que resta de su semana:
Si la plantas en un suelo rico y le dejas vislumbrar apenas una pizca de abono, la cantidad de hojas que echará será desmesurada, pero no verás ni una flor.
Recibimos con especial alegría cualquier flor que, por voluntad propia, ilumine el sombrío invierno.
En realidad, es difícil decir si es romántico o clásico: sin duda, es un buen punto de partida para empezar un debate sobre estos dos términos eternamente discutidos.
Si los medios de masas modelan las estructuras temporales de la cultura contemporánea, si rige un tiempo «producido» que mina el tiempo individual, la apropiación busca hoy crear nuevas máquinas del tiempo que desbaraten los relojes tiránicos del consumo
El relato se embebe de los poderes de la imagen y trastorna la linealidad de la lectura con la explosión inesperada del detalle que, en el vaivén entre lo dicho y lo visto, dispara otros relatos
¿Cómo describirlo sin violentar la libertad de la mirada que puede vagar por las piezas sin medida, sin rumbo, sin relato?
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Para esta edición del Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana, se consultaron a dos arcanos: Vita Sackville-West y Graciela Speranza.