TSH 31.07.24
Antes que nada, esto fue lo que sonó:
¿En qué piensa el carnicero que destaza al cerdo? Del cerdo se aprovecha todo. Y con la visión del animal servido en un trompo adobado hace un corte seco en la cabeza para separarla del tronco. La densidad del cerdo disminuye con la lumbre, el hambre en cambio siempre aumenta. Arder en la parrilla es propio de la carne que se agota sobre el fuego que inventamos para ella. Se levanta un monumento en todas partes: jamón serrano, butifarra, chorizo de Cantimpalo, Pamplona, Salamanca, tocino ahumado, las manitas, el salami, injertos de piel, gelatina de pata, las chuletas ahumadas, las tortas de pierna, las carnitas, islotes pancreáticos, cerdas para cepillos, el frijol con puerco, la manteca para cocinar y hacer jabón, la papada, el pozole, la piel para practicar tatuajes, chicharrón, espinazo en verdolagas, el sebo para hacer velas y engrasar los carros, patitas en vinagre, los cueritos, cochinita pibil, la vejiga llena de aire para usarla como pelota, válvulas cardiacas, las gomitas. ¿Existe otro animal que nos dé tanto? En la carnicería duermen cerdos con los ojos abiertos. Que su mirada fluya para siempre en ese sueño. —Isabel Zapata, “Se aprovecha todo”
El libro de las semanas pasadas y de esta fue Hamnet, de Maggie O’Farrell.
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Hacia el final del libro, Agnes acude al teatro en el que su esposo es co-propietario a ver su obra más reciente, la que tiene el mismo nombre que su hijo muerto.
Agnes comprende que ha hecho lo que habría deseado hacer cualquier padre, sufrir él para que no sufriera su hijo, ponerse en su lugar, ofrecerse a sí mismo a cambio para que el niño pudiera vivir.
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El relato histórico es que Hamlet se escribió entre 1599 y 1601. Un libro, mencionado por O’Farrell al final de su novela como parte de la bibliografía comentada, se enfoca precisamente en ese momento. A Year in the Life of William Shakespeare: 1599 interroga las obras de Shakespeare escritas en esa época y la historiografía del momento para colegir qué pasaba alrededor de la Inglaterra en ese momento. Dice James Shapiro, el autor del libro, que tanto Shakespeare como sus actores en las obras que escribió eran, “en palabras de Hamlet ellos son los resúmenes y breves crónicas de los tiempos”.
Y entre algunas de las cosas que menciona, dice:
Sabríamos mucho más acerca de su vida si uno de los anticuarios del siglo diecisiete interesados en Shakespeare se hubieran preocupado por hablar con su hija más pequeña, Judith, que seguía viva en 1662, casi medio siglo después de la muerte de Shakespeare en 1616. Uno de estos anticuarios, John Ward, incluso hizo una nota en su diario recordándose que debía ir a visitarla a Stratford-upon-Avon, pero ella murió poco tiempo después, y con ella desapareció un sentido directo e íntimo del tipo de hombre que fue Shakespeare.
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HAMLET: […]Últimamente, pero no sé por qué, he perdido la alegría, he abandonado todo hábito de ejercicio, y en efecto mi disposición está tan afectada, que esta estupenda fábrica que es la tierra me parece un promontorio inútil; este excelente dosel, el aire, fijaos, este magnífico firmamento que se cierne, este techo majestuoso, tachonado de fuegos de oro: pues a mí no me parece otra cosa que una sucia y pestilente congregación de vapores. ¡Qué espléndida obra es un hombre! ¡Qué noble en su razón! ¡Qué infinito en su facultad!; en su forma y movimiento, ¡qué expresivo y admirable!; en su acción, ¡qué parecido a un ángel!; en comprensión, ¡qué parecido a un dios!; belleza del mundo, parangón de los animales; y sin embargo para mí, ¿qué es esa quinta esencia del polvo?
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Entre las paradojas —esos experimentos del pensamiento— surgidas de la época clásica, hay que pone en cuestión la noción de identidad. Una de las versiones más antiguas aparece en el libro que Plutarco le dedica a la vida de Teseo. Al referirse al barco en el que Teseo viajó de Creta de regreso a Atenas, apunta:
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Pasó el Tour de Francia. La edición de este año fue asombrosa. Está por comenzar el Tour de mujeres y promete estar igual. Y aunque ameritaría un boletín dedicado exclusivamente al tema, valga aquí una mención no tan coyuntural. En su libro Mitologías, Roland Barthes, le dedicó uno de sus ensayos al Tour. Y hace un análisis muy detallado del evento. Entre las muchas cosas interesantes que propone, dice:
La geografía del Tour también se encuentra enteramente sometida a la necesidad épica de la prueba. Los elementos y los terrenos están personificados, pues el hombre se mide con ellos y, como toda epopeya, interesa que la lucha oponga dimensiones iguales: el hombre, pues, se naturaliza; la naturaleza se humaniza. Las cuestas son malignas, reducidas a “porcentajes” ásperos o mortales, y las etapas, que tienen dentro del Tour la unidad de un capítulo de novela, las etapas, entonces, son ante todo personas físicas, enemigos sucesivos, individualizados por esa mezcla de morfología y moral que define a la naturaleza épica. La etapa es hirsuta, pesada, incendiada, erizada, etc., todos adjetivos que pertenecen a un orden existencial de la clasificación y tienden a indicar que el corredor está luchando, no con tal o cual dificultad natural, sino con un verdadero problema de existencia, un tema sustancial donde, en un solo movimiento, compromete su percepción y su juicio.
Leímos un cuento de Raymond Carver. “Veía hasta las cosas más minúsculas”, se titula. Está incluido en el libro De qué hablamos cuando hablamos de amor. Así comienza:
Una nueva entrega del ÍndiceTSH, un homenaje-plagio del famoso índice de la revista Harper’s: datos duros para preguntas urgentes.
El 26% de ustedes dicen que cuando tienen antojo de algún bocadillo, algo entre comidas, prefiere algo dulce.
El 30% de ustedes dicen que cuando tienen antojo de algún bocadillo, algo entre comidas, prefiere algo salado.
El 10% de ustedes dicen que cuando tienen antojo de algún bocadillo, algo entre comidas, prefiere algo picante.
El 34% de ustedes dicen que cuando tienen antojo de algún bocadillo, algo entre comidas, prefiere una mezcla de las anteriores.
Una nueva entrega del Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana. Se trata de un formato simplificado, de seis signos agrupados según cada dos meses calendario ahora, como servicio a la comunidad, aquí la frase que según los arcanos de este Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana, influirá o calificará lo que resta de su semana:
Me encantan las ruinas porque logran hacer lo único a lo que todo lo demás aspira eternamente: regresar a la tierra, fundirse de nuevo con el paisaje.
La madera siempre se trabajaba en verde, cuando estaba inmadura y era más fácil de cortar, barrenar o darle forma a las junturas.
Al cerrar los ojos, vi las profundidades ocultas del bosque: el mundo de las raíces.
El ciclismo —una vez que se supera la fase de aprendizaje, es decir, la etapa “acrobática” o “de equilibrio”—, en sentido estricto, requiere muy poco esfuerzo.
Pues bien, hay que decir que un simple soplo de aire fresco aliviaría de un plumazo semejantes dolencias.
Todas tendremos que enfrentarnos tarde o temprano a una excursión pasada por agua, y en tanto la ciclista vaya ataviada con prendas de lana y siga moviéndose, no habrá ningún peligro de que pille un resfriado.
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Para esta edición del Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana, se consultaron a dos arcanos: Roger Deakin y F.J. Erskine