TSH 30.10.24
Antes que nada, esto fue lo que sonó:
Cuando tengo miedo de dejar de existir antes de que mi pluma haya vaciado mi cerebro entero, antes de que libros apilados, en orden perfecto, preserven como cosechas el grano ya maduro; cuando contemplo, en el rostro estrellado de la noche, enormes símbolos nublados de un romance más alto, y pienso que quizás no viva para trazar sus sombras con la mágica mano del azar; y cuando siento, bella criatura de una hora, que nunca más volveré a mirarte, que nunca disfrutaré el poder etéreo del amor irreflexivo, entonces, en la orilla del ancho mundo me quedo solo, y pienso hasta que el amor y la fama en la nada se hunden. —John Keats, “Cuando tengo miedo de dejar de existir”
La emisión de Telegrafía Sin Hilos que da pie a una parte de este boletín fue descoyuntada, desgarbada, con poca unidad, más bien dispersa, ida para todos lados y traída de allá sin un foco real: un desorden interrumpido por canciones. Trataré de replicar algo de eso aquí.
Aunque qué difícil es replicar desorden sin que parezca la estilización del cabello despeinado.
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En su ensayo sobre el miedo, “Fear as a Game”, Elisa Gabbert escribe:
In her book about the role of monsters in art and culture, No Go the Bogeyman: Scaring, Lulling and Making Mock, the scholar Marina Warner notes that “scariness has gained ground as a pleasure; it is perhaps a modern affect.” A new feeling? Maybe not entirely, but according to Warner, writing in the late 1990s, “the ambiguous satisfactions of scariness have been cultivated more intensely during this century than ever before.” This is in part because new technologies, from better special effects to computerized parachutes, enable us to terrify ourselves so successfully.
Y más adelante, explica por qué el miedo modulado, mediado o intermediado que experimentamos en las películas, en las montañas rusas o en los deportes extremos, opera dentro de las configuraciones del juego.
[W]atching a scary movie is a kind of game. It’s a way of taking on unnecessary fear. There is, for many people, some pleasure in the fear. We like the fear itself—the heightened physical arousal. But we also feel pleasure when we overcome the fear—by finishing the movie and going to sleep, hopefully not having nightmares forever. Haunted houses and roller coasters are also forms of games. A roller coaster isn’t just formless fun, if such a thing exists; it’s a kind of game, a finite engagement with fear, which offers both the pleasure of playing and the pleasure of winning.
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Yo soy miedoso. Ni juegos mecánicos, ni películas de terror, ni deportes extremos.
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En otro ensayo fascinante sobre el tema, “Horror is in the body”, de Megan Pillow, escrito en 2018, escribe sobre la corporalidad, la corporalización del miedo.
The shocks and jumps we experience while watching a horror movie are adrenaline, but they also signal an awakening of our own traumatic experiences, experiences that we are then compelled to relive. This makes the genre, and our bodies under its influence, something akin to a living archive of human trauma, a collection of bodily and psychological horrors, the things that we can often see coming but ultimately cannot escape.
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Elisa Gabbert termina su ensayo con una pregunta que es magistral y que opera para más que solo el miedo como juego: “¿Y si solo estoy fingiendo que no soy una cobarde?” Suscribo en afirmativo.
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El 7 de abril de 1888, Friedrich Nietzsche, quien pasaba en Turin sus últimos meses de lucidez antes de los diez años de demencia en los que terminó su vida, le escribió a su amigo y amanuense, el músico Peter Gast: “¡Pero Turín!… ¡Esta es realmente la ciudad que ahora puedo aprovechar!”.
Eso relata Guy Davenport en uno de los ensayos incluidos en el libro Objetos sobre una mesa. En este texto habla sobre el famoso colapso que sufrió el filósofo el 3 de enero de 1889 en la Piazza Carlo Alberto cuando intentó evitar que un cochero golpeara a su caballo. Cuenta más:
Antes de su derrumbe, Nietzsche había llegado a la conclusión de que toda historia y todo significado son arbitrarios, una ficción de nuestras mentes. La única certidumbre que podíamos tener era que todo acontecimiento podría ocurrir una y otra vez. El carácter, como había dicho Heráclito, es destino; y el hombre, en su ceguera y por su carácter inmutable e irredimible, estaría dando tumbos por siempre en el único y trágico destino. Lo mismo de nuevo, como diría Joyce en Finnegans Wake.
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El profesor de letras alemanas Philip John Thompson escribió un libro sobre el concepto de lo grotesco. Para él, se trataba de una manera de acercarse a la condición humana. Y en uno de sus capítulos, en los que se ensayan distintas aproximaciones para definir algo tan vasto y elusivo como “lo grotesco”, arriba a esto:
El intento más exhaustivo de definir la naturaleza de lo grotesco lo realizó Wolfgang Kayser, quien llegó a las siguientes conclusiones:
Lo grotesco es el mundo en estado de enajenación o de extrañamiento; es decir, se contempla el mundo habitual desde una perspectiva que de repente lo vuelve extraño (y, presumiblemente, este extrañamiento puede ser cómico o terrorífico, o ambos).
Lo grotesco es un juego con lo absurdo, en el sentido de que el artista grotesco juega, mitad riendo y mitad horrorizado, con las profundas absurdidades de la existencia.
Lo grotesco es un intento de controlar y exorcizar los elementos demoníacos del mundo.
Además, leímos un fragmento del libro Sus…pense: Cómo se escribe una novela de misterio, de Patricia Highsmith. Así comienza:
Una nueva entrega del ÍndiceTSH, un homenaje-plagio del famoso índice de la revista Harper’s: datos duros para preguntas urgentes.
El 5% de ustedes dicen que su resistencia al picante la califican como nula, cero, nada.
El 26% de ustedes dicen que su resistencia al picante la califican como baja: toleran solo los más leves.
El 54% de ustedes dicen que su resistencia al picante la califican como media: se defienden aunque tampoco se califican como súperhumanos.
El 16% de ustedes dicen que su resistencia al picante la califican como súperhumana.
Regresó la columna, ¿Suerte?, una oferta de datos y hechos que para los próximos seis días podrían estar acompañados de fortuna en los juegos de azar:
La cifra de la semana: 31.1035, la cantidad de gramos que hay en una onza troy, la unidad de medida británica empleada para medir metales preciosos y que supuestamente obtuvo su nombre a partir de la localidad francesa de Troyes donde los comerciantes de la isla mercaban desde antes del año mil.
El personaje mitológico de la semana: Caladrio, el ave blanca grecorromana.
La doctrina filosófica de la semana es: Neopitagorismo
El símbolo ortotipográfico de la semana es: El óbelo (unicode U+00F7)
El objeto astronómico de la semana es: Corona Inverness
La tonalidad ascendente de la semana: Rosa Mountbatten
La tonalidad descendente: Marengo
Una nueva entrega del Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana. Se trata de un formato simplificado, de seis signos agrupados según cada dos meses calendario ahora, como servicio a la comunidad, aquí la frase que según los arcanos de este Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana, influirá o calificará lo que resta de su semana:
Tristemente, los seres humanos son la única especie que se priva del sueño deliberadamente sin que ello le represente una auténtica ventaja.
El ciclo se repite cada día y cada noche, borrando el caché de la memoria a corto plazo para la nueva impresión de hechos, mientras se acumula un catálogo siempre actualizado de recuerdos pasados.
Sentado en su oficina o en su casa, o durante largos viajes en tren, barajaba los naipes y repartía una carta cada vez, tratando de deducir la regla de todas las reglas: una regla que explicara cómo encajaba este rompecabezas ecuménico.
La casa era un lugar de trabajo y una prisión.
Los descubrimientos científicos de los siglos XVII y XVIII desmitificaron la vida, e incluso allí donde quedaban misterios que resolver lo que se esperaba eran explicaciones nuevas y más esclarecedoras.
La idea de que las brujas sustituían a Dios por Satán ya no se consideraba oficialmente creíble.
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Para esta edición del Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana, se consultaron a dos arcanos: Matthew Walker y Marion Gibson.