TSH 29.11.23
Antes que nada, esto fue lo que sonó:
Hachas tras cuyo golpe el bosque reverbera, ¡y los ecos! Ecos que viajan desde el centro como caballos. La savia aflora como el llanto, como el agua que persigue restablecer su espejo sobre la roca que cae y se sumerge, cráneo blanco comido por las algas. Años más tarde me las cruzo por el camino…, palabras secas, sin jinete, el ruido infatigable de los cascos. Y mientras, desde el fondo de la charca, estrellas fijas gobiernan una vida. –Sylvia Plath, “Palabras”
El libro de la semana pasada y de esta semana es Dominio, de Claudina Domingo. Y lo será el de la semana que viene.
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No; a mi lo que me interesa es saber qué le pasa a cada personaje en su vida y qué opina al respecto: con qué tono narra su existencia.
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El libro que acompañado la lectura de Dominio, ha sido La situación y la historia, de Vivian Gornick. Qué par tan esclarecedor, estos dos libros: uno intensifica, contradice, anima y fustiga al otro. Y viceversa.
En el libro de Gornick, por ejemplo, suceden frases así:
Hace treinta años quienes tenían una historia que contar se consagraban a la tarea de escribir una novela. Hoy se consagran a escribir unas memorias. Daría la impresión de que hay en nuestros días un apremio que se adscribe a la idea de un relato sacado directamente de la vida en lugar de uno moldeado por la imaginación a partir de la vida.
Y luego:
La cuestión que a todas luces se plantea en unas memorias ejemplares es: «¿Quién soy yo?». ¿Quién es exactamente este «yo» sobre el que versa la importancia de esta historia sacada directamente de la vida? Quien escribe este tipo de textos ha de satisfacer esa pregunta. Y no con una respuesta, sino con profundidad de indagación.
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En un libro de ensayos sobre fotografía, K. B. Nixon escribe sobre el origen de la fotografía:
Photography essentially began as the art of portraiture. With the daguerreotype the portrait —previously painted and available only to an aristocratic few— became relatively inexpensive and available to everyone.
Y más adelante en el mismo texto, apunta que:
In the 1850s Nadar, one of the most famous of the early French photographers, stopped taking photographs of women because the results were, he said, “too true to nature to please the sitters, even the most beautiful”. The lines were drawn early on between what the subject wanted in a photograph and what the ambitious photographer wanted. What the subject wanted was, of course, to look good —and not just garden-variety good, but, if possible, better than they had ever looked before. What the ambitious photographer wanted was something else, something important, something vital —they wanted a photograph infused with those qualities that animate a work of art.
Esto lo recuerdo a propósito del capítulo once, de Dominio. Ahí la personaje narradora nos cuenta de una visita al Espacio Escultórico en Ciudad Universitaria con una amiga familiar que quiere tomarle fotos. (Miren con atención la fotografía de la portada). Y después, compra un dije de obsidiana y concluye el capítulo diciendo esto:
Un espejo donde una se ve hundida en un espacio íntimo e inmenso al mismo tiempo y donde los rasgos personales se alfojan: lo que vivo no es una cosa del otro mundo, lo que me ocurre ya ocurrió antes.
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En su ensayo “El hijo de la civilización”, Joseph Brodsky escribe esto sobre escribir poesía, y sobre hacer arte en general:
Una obra de arte está destinada siempre a sobrevivir a su creador. Parafraseando al filósofo, se podría decir que escribir poesía es también ejercitarse en morir. Pero dejando aparte la pura necesidad lingüística, lo que le hace escribir a uno no es tanto una preocupación por la condición perecedera de la propia carne como la urgencia imperiosa de preservar ciertas cosas del mundo de uno, de la civilización personal de uno, de la propia continuidad no semántica de uno. El arte no es una existencia mejor, sino alternativa; no es un intento de escapar a la realidad, sino lo contrario, un intento de animarla. Es un espíritu que busca carne, pero que encuentra palabras.
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Quien mira hacia fuera por una ventana abierta, no ve nunca tantas cosas como quien mira a través de una ventana cerrada. No hya objeto más profundo, más misterioso, más fecundo, más tenebroso, más deslumbrante que una ventana iluminada con una candela. Lo que se puede ver a la luz del sol resulta siempre menos interesante que lo que está sucediendo detrás de un cristal. En este agujero oscuro o luminoso vive la vida, sueña la vida, sufre la vida.
Un fragmento de “Las ventanas”, uno de los Pequeños poemas en prosa, de Baudelaire. Este publicado originalmente el 10 de diciembre de 1863.
Además leímos un cuento, “El barrendero”, de Muriel Spark. Así comienza:
Detrás del ayuntamiento hay una arboleda que, a finales de noviembre, comienza a atraer una neblina azulada; por lo general, el parque flota en esa bruma hasta mediados de febrero. Paso por allí todos los días y veo a Johnnie Geddes inmerso en esa niebla barriendo las hojas. De vez en cuando se detiene, yergue su alargada cabeza y mira indignado el montón de hojas como si no debiera estar ahí; después sigue barriendo. La profesión de barrendero la aprendió durante los años que pasó en el manicomio: era el trabajo que siempre le mandaban hacer y, cuando salió, el Ayuntamiento lo puso a cargo de las hojas. Pero ese movimiento indignado de cabeza le sale solo: es un hábito suyo desde que fuera el graduado más fervoroso, prometedor y locuaz de su generación. Parece mucho mayor de lo que es, pues no hace ni veinte años desde que Johnnie fundó la Sociedad para la Abolición de la Navidad.
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El 26% de ustedes dicen que han vivido en otro país distinto al país en el que nacieron.
El 10% de ustedes dicen que han vivido entre dos y cinco países distintos al país en el que nacieron.
El 63% de ustedes dicen que siempre han vivido en el mismo país en el que nacieron.
El 2% de ustedes dicen que han vivido en más de cinco países distintos al país en el que nacieron.
Una nueva entrega de la columna, ¿Suerte?, una oferta de elementos que para los próximos seis días podrían estar acompañados de fortuna en los juegos de azar:
El elemento anatómico de la semana: Apófisis xifoides
El elemento meteorológico de la semana: Suête
Insulto de la semana: Abanto
El ser vivo de la semana: Discus macclintocki
La tonalidad ascendente: Geranio
La tonalidad descendente: Junquillo
Una nueva entrega del Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana. Se trata de un formato simplificado, de seis signos agrupados según cada dos meses calendario ahora, como servicio a la comunidad, aquí la frase que según los arcanos de este Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana, influirá o calificará lo que resta de su semana:
La lengua lleva una doble vida y eso mismo hace el novelista.
Entró como quien no quiere la cosa, con una infinita delicadeza, y pasé con ella momentos de sorprendente complicidad.
¿Cuál es el efecto de los escenarios modernos en nuestra psique: la escultura en movimiento de las autopistas, la arquitectura de los aeropuertos, la cultura de los grandes centros comerciales, la pornografía, el ciberespacio?
El ensueño del egomaniaco no es, como supondrían muchos, un estupor de autocomplacencia; es más un estado de alerta roja.
En otros tiempos, y aun unos meses atrás, aquello me habría llenado de gozo y sin duda de vanidad.
Poco a poco fui creando mal que bien una imperceptible muralla, un cordón sanitario que me permitía continuar, estar allí, mantenerme a la distancia adecuada.
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Para esta edición del Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana, se consultaron a dos arcanos: Delphine de Vigan y Martin Amis.