Antes que nada, esto fue lo que sonó:
Hay palabras que nada significan Pero algo dicen. No una declaración es verdad Sino algo que existe. El poeta debe “Sufrir las cosas del mundo Y hablar de ellas y de él”. Oh, el árbol que crece en la acera — Tiene un poco de vida, crecen Pequeños retoños verdes En la cultura de las calles. Miramos hacia atrás Trescientos años Y descubrimos una tierra yerma Y sufrimos vértigo. El obrero sobre la viga Aprendió a no mirar hacia abajo y trabaja Y hay palabras que hemos aprendido A no mirar, A no buscar sustancia Bajo ellas. Pues estamos al borde Del vértigo. —George Oppen, “La construcción del rascacielos” Traducción de Miguel Ángel Flores
El libro de esta semana y de la semana siguiente iba a ser Mundos del fin de la palabra, de Joanna Walsh. Sin embargo, en una movida poco usual en este Club de lectura que no es un club de lectura, hubo cambio de planes. Ahora leeremos antes un libro canijo y elocuente, la primera novela que publicó Sara Gallardo: Enero.
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Después de la década de casi absoluto olvido que siguió a la muerte de la autora, fue la buena memoria de antiguos admiradores, como Griselda Gambaro, María Moreno o Ricardo Piglia, el punto de partida para rescatar la obra de Gallardo en los innúmeros balances y antologías de fin de siglo.
Esto escribió Leopoldo Brizuela sobre Sara Gallardo.
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George Oppen y su esposa Mary dejaron dos décadas de hacer lo que durante mucho tiempo fue su quehacer vital: arte ella, poesía él. Y lo dejaron por un tema de compromiso político, y ético, y también estético incluso. Y fue justo en los años iniciales de la Gran Depresión que frenaron lo que estaban haciendo y cambiaron de vida. Lo hicieron porque de pronto en aquel país que se promocionaba como una tierra de oportunidades y prosperidad, vieron a "grown men, respectable men —our fathers—" acercarse en el semáforo a pedir dinero a cambio de limpiar el parabrisas. Imposible seguir indiferentes, dijeron. Y se sumaron en 1935 a la organización popular: "We said to each other, 'Let's work with the unemployed and leave our interest in the arts for a later time". Y, continúa: "In a short time, we were no longer thinking... of poetry or of painting".
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En su libro Varia imaginación, Silvia Molloy cuenta de una visita a la casa museo de León Trotsky en la Ciudad de México. Una guía les va narrando el recorrido y cuando llegan al escritorio en el que el exiliado ruso fue atacado por Ramón Mercader, sucede esto:
Nos explicó prolijamente donde estaba sentado Trotsky, donde, detrás de él, estaba de pie Mercader, “el traidor de la humanidad”, y cómo había sido el golpe fatal. Nos dijo que Trotsky había gritado; que desde el cuarto vecino había acudido Natalia Sedova, su mujer, para auxiliarlo; que Trotsky había alcanzado a decirle, antes de que lo llevaran al hospital donde murió (y aquí la muchacha ahuecaba la voz): “Esta vez lo han logrado, Natalia, pero seguirá viviendo nuestra causa que es la causa de todos los pueblos” etc. etc. Me encantó ese dudoso parlamento final enunciado con tanto sentimiento, parlamento para el cual Trotsky hubiera necesitado mucho más aliento del que sin duda disponía después de la certera puñalada de Mercader.
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Para quienes de ustedes padecen cierto grado de miedo ante los relámpagos (en mi caso, un pavor funcional que he aprendido a disimular), aquí una explicación científica del suceso.
Hoy sabemos que los rayos se producen por una acumulación de carga eléctrica en las nubes —probablemente debido a que las partículas de hielo se golpean entre sí y hacen que los electrones cargados se alejen de los átomos—.
Así lo explica Brian Clegg en su libro 50 malentendidos de la ciencia. La descarga eléctrica, cuando sucede, eleva la temperatura del aire a casi cuatro veces más la temperatura de la superficie del sol. Esta explosión repentina es lo que provoca el sonido que tanto aterra.
En el pasado existía la “piedra del rayo”, que operaba según la creencia medieval de que los rayos eran eventos tan únicos que nunca golpeaban el mismo sitio dos veces. De nuevo Clegg:
estas piedras eran por lo general puntas de hacha de la Edad de Piedra, pero se creía que la piedra había tomado esa forma luego de que le cayera un rayo. Si se colocaba una de estas piedras en el lugar que se buscaba resguardar, la aversión del relámpago por volver a caer en el mismo sitio concedería la protección necesaria.
Mito total. A la punta del edificio Empire State van 16 rayos que le caen. :(
Además, leímos un cuento de Richard Matheson. “Brother to the Machine” se llama en inglés y se publicó por primera vez en 1952. El tema es muy familiar y se asemeja a otras narrativas de ciencia ficción de la época. Así comienza:
Aquí está completo en inglés.
Inauguramos sección, la del “Taller (que no es un taller)”, un espacio donde encontrará usted alguno que otro ejercicio de escritura que pueda servirle o no para profundizar en su relación con el acto escritural.
En la sesión de hoy: las listas.
La misión, si decide usted aceptarla, es afilar el ojo y observar el mundo que lo rodea en su cotidianidad. Y una vez que colme y hasta sature sus sentidos de tantos estímulos, haga lo siguiente:
Una lista de cosas queridas, de esas cosas en apariencia insignificantes pero que son fundamentales para nosotros. De las cosas más pegadas al cora, por mucho que nadie más sepa valorarlas.
Y la otra, una lista accidental, un patrón de cosas que descubran en la naturaleza. Las pestañas de su navegador después de todo un día de trabajo. Los nombres de pila de las personas con las que se topan. El tipo de bebidas que piden en una semana. Las maneras en las que calman la ansiedad. Etc.
Y la pregunta: ¿dónde entregar los resultados del ejercicio? Si desea, aquí hay un sitio —nostalgia de los blogs de hace varios años—, donde se irá convocando y reuniendo este taller que no es un taller. (Y si no funciona, porque no hay taller (que no es un taller) sin complicaciones, mándelo aquí mismo como comentario.)
Una nueva entrega del ÍndiceTSH, un homenaje-plagio del famoso índice de la revista Harper’s: datos duros para preguntas urgentes.
El 21% de ustedes dicen que tienen de una a tres plantas en su casa.
El 30% de ustedes dicen que tienen de tres a diez plantas en su casa.
El 43% de ustedes dicen que tienen más de diez plantas en su casa.
El 7% de ustedes dicen que no tienen plantas en su casa.
Regresó la columna, ¿Suerte?, una oferta de datos y hechos que para los próximos seis días podrían estar acompañados de fortuna en los juegos de azar:
La cifra de la semana: 27,687. La cantidad de personas sentenciadas a muerte y en espera de ser ejecutadas por los sistemas judiciales alrededor del mundo hasta el 2023, según Amnistía Internacional.
El personaje mitológico de la semana: Tjinimin, el murciélago de la mitología australiana
La doctrina filosófica de la semana es: El Hilozoísmo
El símbolo ortotipográfico de la semana es: El símbolo de grado (unicode U+00B0)
El objeto astronómico de la semana es: El asteroide troyano de Júpiter
La tonalidad ascendente de la semana: Espinaca
La tonalidad descendente: Ocaso
Una nueva entrega del Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana. Se trata de un formato simplificado, de seis signos agrupados según cada dos meses calendario ahora, como servicio a la comunidad, aquí la frase que según los arcanos de este Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana, influirá o calificará lo que resta de su semana:
Un angustioso punto de interrogación viene a sellar toda la problemática del desasosiego.
La producción maquínica de subjetividad puede laborar tanto para lo mejor como para lo peor.
Ahora bien, la relatividad de los puntos de vista de espacio, tiempo, energía, no produce la caída de lo real en el sueño.
La imaginación es el tejido de la vida social y el motor de la historia.
El paso del tiempo es el instrumento, la materia, el obstáculo de casi todas las artes.
Somos una civilización que no se ríe de sus dioses.
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Para esta edición del Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana, se consultaron a dos arcanos: Felix Guattari y Simon Weil.
Gracias Pablo, no encontré 'Enero' en audio libro pero me encontré en Spotify ' Los galgos, los galgos' de Sara Gallardo, que espero pronto, o no tan, pronto empezarlo.