Primero, esto fue lo que sonó.
Nadie dice todo. Nadie dice nada.
Lo deseable es decir poquísimo.
Callar no es más radical.
Callar es como raparse la cabeza:
el pelo vuelve a crecer.
Pero decir poquísimo, decir lo mínimo
que uno puede decir,
eso es lo que nos permite decir algo.
REVISIÓN (dos días después)
Somos lo que sabemos.
Sabemos que somos mortales.
Se dicen cosas.
–Mario Montalbetti, “Disculpe ¿es aquí la tabaquería?”
El programa de hoy estuvo atravesado por cierta prisa. Por lo menos, la prisa para llegar a hacer el programa. Y la prisa para bajarme de un avión en tanto pasajero nervioso. Y por las ideas del fragmento y de lo inconcluso como elemento en la literatura. Y el punto de partida fueron unos fragmentos de Lydia Davis.
El ensayo completo –palabra complicada para precisamente estos textos de Davis y para esta particular edición del boletín– está en el libro Ensayos I, publicado por Eterna Cadencia.
El fragmento como tema es inagotable. Y quizá podría dedicarse una estantería, un librero no solo a los libros que asumen al fragmento como forma, como modo de estructurarse, sino también a libros que son ejercicios de fragmentación de otros libros. Un librero, o dos. Una biblioteca.
Georges Perec hizo su aparición en este episodio también por medio del ensayo “Medidas”, un fragmento del libro Especies de espacios.
El libro completo puede consultarse aquí.
Una nueva entrega de la columna de opinión semanal: “Por eso, pero ¿cómo?”, la serie de consejos no solicitados para problemas cotidianos.
Por eso, pero ¿cómo sobrevivir a la turbulencia en una aeronave?
Entretenga la posibilidad de no subir a la aeronave. El problema quedaría, en efecto, erradicado.
Considere si el modelo de aeronave en el que no ha dicho que sí, pero tampoco que no viajará cuenta con descansabrazos, pasamanos, sujetamanos, portaequipaje, arnés, mosquetones, anclajes, y cualquier otra posible zona de sujeción. El problema quedaría, en efecto, neutralizado.
Valore el estado de las nubes ya que se sabe por experiencias empíricas y deducciones científicas e inferencias acumuladas que cuando el cielo está despejado hay más turbulencia. O no, al revés: cuando está poblado de esas inocentes nubecillas aborregaditas, peligro, ni se embarque. O era las grandes, las monumentales. Unas de esas. El problema quedaría, en efecto, anulado.
Interróguese si es que recuerda la teoría de Kolmogorov y lo que dice sobre los números de Reynolds; si no lo tiene claro, documéntese. El problema quedaría, en efecto, abolido.
Era la inestabilidad de Kelvin–Helmholtz, perdón, a la que me refería en el punto 4. Una disculpa. Ahora bien, cuídese de confundirlo con el mecanismo de Kelvin–Helmholtz, porque si lo hace, entonces será preciso ajustar la perspectiva y cambiar de área de estudio y de campos semánticos. El problema quedaría, en efecto, revocado.
Deje por favor un comentario como testimonio de que pasó por aquí. Gracias.
Hola Pablo, gracias por el programa, haces esas horas en el coche menos pesadas. Esas consideraciones y cuestionamientos sobre el lenguaje, sobre las verdades, sobre los fragmentos y sobre el pensamiento me han hecho volver a afirmar que no estoy solo en este mundo de inseguridades.
¿Éste es un post público o privado? Porque esa es otra cuestión, ¿qué tanto uno puede ser libre sin saberse observado y leído por alguien más que no conocemos ? Y en este punto volvemos a la cuestión del fragmento. Y ahora al enviarlo, a la idea de la escalera.