Antes que nada, esto fue lo que sonó.
[…]
Afuera las ciudades del pensamiento
las disonancias los residuos las meditaciones
el deseo bajo mi piel
y el río como una espada oxidada
[…]
–Gloria Gervitz, fragmento de “Leteo”.
La novela de esta semana fue El silenciero, de Antonio Di Benedetto.
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Empecemos por ahí: este autor, Antonio Di Benedetto, es un lenguaje.
Este es un caso afortunadísimo, desafiante, muchas veces cansón, pero siempre siempre siempre excitante, provocador de un lenguaje privado, de un lenguaje paralelo.
No se trata de juegos de lenguaje. Es el lenguaje que reconocemos, el de los días y el que compartimos en el continente. Pero también es otro. Es el lenguaje que uno imagina a los mayores, a los de otras generaciones, el lenguaje dicharachero, el lenguaje que sabe ser inventivo con poco. El que tiene maneras de decir que no se apegan a la norma de la academia, pero que siguen las reglas del uso y costumbre del grupo, de la comunidad. Desde la primera frase.
La cancel da directamente al menguado patio de baldosas. Yo abro la cancel y encuentro el ruido.
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Di Benedetto pasó un año en la cárcel después del golpe militar de 1976. Ahí, impedido de escribir ficción, enviaba cuentos de contrabando en las cartas a su hermana. “Anoche tuve un sueño. Te lo voy a contar”. El resultado fue Absurdos, libro que incluye el cuentazo “Aballay”.
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Besarión, el personaje amigo del narrador de El silenciero, es homónimo de un teólogo y sacerdote turco del siglo XV, poseedor de una de las bibliotecas más extensas de la época, a dos votos de ser Papa y conciliador de la filosofía de Platón con la de Aristóteles.
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En 1999, Juan José Saer escribe esto sobre Antonio Di Benedetto.
Pero si en los textos de Di Benedetto ciertos temas son afines a los del existencialismo (los espectros de Kierkegaard, de Schopenhauer y de Camus atraviesan de tanto en tanto el fondo del escenario) la prosa que los distribuye discretamente en la página no tiene ni precursores ni epígonos. En un período en el que las largas oraciones supuestamente poéticas y el énfasis, los finales de capítulo impactantes y los desbordes eróticos y existenciales estaban de moda, la sobriedad estilística de Di Benedetto, demasiado enredada en la maraña insidiosa de lo real como para dejarse distraer por artificios retóricos que ni siquiera se acordaban con su temperamento, por haber elegido un camino personal, íntegro y lúcido, fue ignorada durante décadas por sucesivos e intercambiables fabricantes de reputaciones. Aunque desde el principio un pequeñísimo grupo de lectores, que fue aumentando poco a poco con los años, supo reconocer el genio evidente de sus relatos, y aunque algunas traducciones y reediciones se fueron sucediendo en las últimas décadas, la deuda inmensa de la cultura argentina con Antonio Di Benedetto aún no ha sido saldada…
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En un viaje a Buenos Aires para distraerlo de la muerte de su padre, el tío de Di Benedetto lo deja en el cuarto de hotel horas. Y el niño se aburre. Aprende a doblarse los dedos hacia atrás hasta casi tocar el dorso de la mano.
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“Le veo muy decepcionado en esta conversación. ¿Está usted en un día negativo, o es un día estándar en su vida?”, le pregunta el entrevistador.
Es de los mejores, responde Di Benedetto.
Aquí está completa esa entrevista con aquel entrevistador tieso como pata de pirata.
El libro de la próxima semana //27 de abril//: ¿Por qué no podemos dormir?, Darian Leader.
Y para dentro de dos // 4 de mayo //: ¿hacemos otra breve pausa? ¿Para agarrar impulso y para recuperar el tiempo y bajarle a los pendientes?
Una nueva entrega de la columna Los libros no se rayan:
La noche sigue… y no es hacia la paz adonde fluye. (Antonio Di Benedetto)
Sigo del torno la laboriosa andanza, el trecho corto que preludia la frotación del metal, anterior a la pausa, su respiro, que me concede un instante de esperanza y apenas la deja nacer ya la ha destruido (Antonio Di Benedetto)
Aquí no se canta de alegría. Si alguien lo hace, se delata: está borracho de un modo peligroso. (Antonio Di Benedetto)
Hoy existe un hormiguero en donde dicen que está enterrada. (Nellie Campobello)
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Ganas infinitas de intoxicarme de Di Benedetto! Gracias por acercarnos la entrevista y esa autobiografía. Amé el programa y este boletín!