Antes que nada, esto fue lo que sonó:
Los cheyenes y los dakotas tejían unas camisas de muselina cruda; estas eran las camisas de la Danza Fantasma, la cual, si se interpretaba correctamente, otorgaba invisibilidad a quien la vestía. Nosotros aún creemos que cierto orden de palabras o rituales intervendrán entre nosotros y la ira de otro. Sin ver que se requiere nuestra invisibilidad, tampoco, que lo que punce será el súbito recuerdo de algún deliete pasado, y deje este chamuscado agujero. —Anna Crowe, "2. Camisa fantasma Dakota de rodilla herida" (traducción de Pedro Serrano)
El libro de esta semana es La venganza de los dinosaurios, de Deborah Eisenberg.
*
O quizá la de su sobrino sea la última generación que recordará cómo se sintió alguna vez dar por sentado alegremente que habría un futuro, o al menos un futuro que podría deducirse del pasado que todos conocían.
Esto escribe Eisenberg en uno de los cuentos más interesantes del volumen, “El crepúsculo de los superhéroes”.
*
En su libro Ensayos I, Lydia Davis incluyó un texto brevísimo sobre la etimología de una palabra. Hay algo en sus explicaciones —como en toda su obra— que vuelve encantadora la mirada en extremo racional y lógica, una observación en su acepción más objetiva. Aunque son tres párrafos largos, menos de mil palabras, solo citaré un fragmento:
Pero, por supuesto, todo se complica, como siempre sucede en la historia de la lengua: la palabra inglesa “gubernator”, que significa “gobernante”, también estaba en uso desde 1520, aunque era poco común, al igual que “gubernatrix”, con la cual se designaba a la mujer gobernante. Desapareció “gubernator” y permaneció “governor”. No sé por qué el adjetivo no evolucionó igual que el sustantivo. ¿Por qué no se convirtió en “governatorial” o “governorial”? ¿Simplemente porque no se usaba con tanta frecuencia?
*
Karen Armstrong, especialista en religiones, escribió un libro que Siruela tradujo como Breve historia del mito. En él hace un recorrido histórico amplio para explicar la evolución del concepto. Al hablar del periodo en el que los seres humanos se hicieron amigos de la agricultura —en el neolítico, entre 8000 y 4000 años antes de nuestra era—, escribe esto:
Esos ritos se basaban en dos principios. En primer lugar, no se podía esperar obtener algo a cambio de nada; para recibir un bien se tenía que entregar otro. El segundo principio era una visión holística de la realidad. Lo sagrado no se percibía como una realidad metafísica, situada más allá del mundo natural. Solo podía encontrarse en la tierra y sus frutos, que también eran sagrados. Los dioses, los seres humanos, los animales y las plantas compartían la misma naturaleza; por tanto, podían vigorizarse y reponerse unos a otros.
Y más adelante, pinta un panorama más complejo:
Una vez más, comprobamos que la mitología no es escapista. Los nuevos mitos neolíticos siguieron obligando a la gente a afrontar la realidad de la muerte. No eran bucólicos idilios, y la Diosa Madre no era una deidad dulce y consoladora, porque la agricultura no se experimentaba como una ocupación pacífica y contemplativa. Era una batalla constante, una lucha desesperada contra la esterilidad, la sequía, el hambre y las violentas fuerzas de la naturaleza, que también eran manifestaciones de un poder sagrado.
*
Esa capa de materiales no consolidados, medio sueltos, una capa incoherente, producida por impactos meteoríticos que descansa sobre roca firme se le conoce como regolito. El de la luna, por ejemplo, es pegajoso, oscuro, y dicen que huele a pólvora quemada, aunque quizá eso sea a causa de la reacción con el oxígeno aquí en el planeta. Esto nos regresa a la interrogante zen: ¿a qué huele el regolito cuando está en la luna?
*
Luego empezó a garuar finito. Lindas, costureras agujas de agua. Con gusto oí caer cada gota.
Esto escribe Cronwell Jara en “Montacerdos”.
También leímos un cuento breve de uno de los clásicos del cuento estadounidense del siglo XX: “Reunión”, de John Cheever. El cuento apareció publicado por primera vez en la revista The New Yorker en 1962. Así comienza:
La última vez que vi a mi padre fue en la Estación Gran Central. Yo iba de la casa de mi abuela, en los Adirondack, a una casa de campo en el Cabo alquilada por mi madre, y escribí a mi padre que estaría en Nueva York, entre dos trenes, durante hora y media, y le pregunté si podíamos almorzar juntos. Su secretaria me escribió diciendo que él se encontraría conmigo a mediodía frente al mostrador de información, y a las doce en punto lo vi venir entre la gente. Para mí era un desconocido -mi madre se había divorciado de él hace tres años y desde entonces no lo había visto- pero apenas lo vi sentí que era mi padre, un ser de mi propia sangre, mi futuro y mi condenación. Supe que cuando creciera me parecería a él; tendría que planear mis campañas ateniéndome a sus limitaciones. Era un hombre alto y apuesto, y me complació enormemente volver a verlo. Me palmeó la espalda y me estrechó la mano.
Aquí está completo en inglés, y aquí en español.
Si gustan suscribirse a Convoy para que puedan escuchar Telegrafía Sin Hilos, y todos los demás podcasts que hay en la plataforma, es aquí.
Una nueva entrega del ÍndiceTSH, un homenaje-plagio del famoso índice de la revista Harper’s: datos duros para preguntas urgentes.
El 8% de ustedes dicen que guardan recibos y facturas de sus compras y hacen cuentas y las archivas.
El 33% de ustedes dicen que no guardan recibos y facturas de sus compras, que las mandan al basurero directo
El 42% de ustedes dicen que solo guardan algunos recibos y facturas importantes de sus compras.
El 17% de ustedes dicen que sí guardan recibos y facturas de sus compras, pero sin orden alguno.
Una nueva entrega de la columna, ¿Suerte?, una oferta de elementos que para los próximos seis días podrían estar acompañados de fortuna en los juegos de azar:
El elemento anatómico de la semana: Clivus
El elemento meteorológico de la semana: Pampero
Insulto de la semana: Tagarote
El ser vivo de la semana: Echinops telfairi
La tonalidad ascendente: Almagre
La tonalidad descendente: Ocaso
Una nueva entrega del Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana. Se trata de un formato simplificado, de seis signos agrupados según cada dos meses calendario ahora, como servicio a la comunidad, aquí la frase que según los arcanos de este Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana, influirá o calificará lo que resta de su semana:
Esto ocurre a través de la ambigüedad propia de la situación social y del producto de esta época. La ambigüedad es la aparición en imagen de la dialéctica, la ley de la dialéctica detenida.
La solemnidad con que se celebra a sí misma es la contraparte de la distracción que glorifica a la mercancía.
Esta dicha de estar sola. ¿Qué es? Me siento tan alegre y en paz… toda la casa respira
El desarrollo de las fuerzas de producción echó por tierra los símbolos de deseo del siglo pasado antes de que se hubieran desmoronado los monumentos que lo representaban.
Si yo tuviese un “hogar” y pudiera cerrar las cortinas, trabar la puerta, quemar algo dulce deprisa, recorrer en silencio mi propia habitación, observando las luces y las sombras, la situación sería tolerable.
¿Será que hay algo muchísimo más espantoso que podría convertirse en realidad poco a poco y es eso lo que me aterroriza tanto?
*
Para esta edición del Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana, se consultaron a dos arcanos: Walter Benjamin y Katherine Mansfield.
¡Qué buena playlist! 🥳 Chulada. Un abrazo, mi estimado.