Antes que nada esto fue lo que sonó:
Ay, soledad amarga y enojosa, causada de mi ausente y dulce amado; dardo eres en el alma atravesado, dolencia penosísima y furiosa. Prueba de amor terrible y rigurosa y cifra del pesar más apurado, cuidado que no sufre otro cuidado, tormento intolerable y sed ansiosa. Fragua que en vivo fuego me convierte, de los soplos de amor tan avivada, que aviva mi dolor hasta la muerte. Bravo mar, en el cual mi alma engolfada, con tormenta camina dura y fuerte hasta el puerto y ribera deseada. —Luisa de Carvajal y Mendoza, “Soneto”
El libro de esta semana es Diario de un ladrón, de Jean Genet.
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Existe una relación estrecha entre las flores y los presidiarios. La fragilidad, la delicadeza de aquellas son de la misma naturaleza que la brutal insensibilidad de estos.
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Esto escribió Patti Smith sobre este libro de Genet.
…his most exquisite piece of autobiographical fiction. He is the transparent observer reclaiming the suffering and exhilaration of his own follies, trials, and evolution. There are no masks; there are veils. He does not retreat; he extracts the noble of the ignoble.
Su copia le costó noventa y nueve centavos en el invierno de 1968. Y se la leyó a Robert Mapplethorpe esa misma noche. El libro llevaba casi veinte años de haberse escrito y publicado en Francia (con severos recortes editoriales). En inglés apenas tenía cuatro años de esta disponible gracias a la osadía de Barney Rosset y los editores de Grove Press.
Se cuenta que Genet, al conocer al que sería su editor y su esposa en una de esas cenas sofisticadas del Manhattan de los cincuentas, le pidió a ella que le permitiera examinar su collar de perlas. Ella lo hizo y Genet ya se lo andaba embolsando. No está claro si lo regresó o no.
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En su libro Lo marginal en el centro, en el que Monsivais escribe la biografía cronicada de Salvador Novo, apunta lo siguiente. Y aunque está hablando de otro contexto, creo que ese movimiento contrario, ese ir al extremo y celebrar el margen es una clave de lectura útil para la obra de Genet:
En el México que le toca vivir, Novo, ciertamente, no es ejemplar. Y como ningún otro de los homosexuales, sus semejantes, está al tanto de la estrategia de resistencia: de no acentuar rasgos de la conducta (oinevitable), al tiempo de un trabajo incesante, se le ubicará como un ser meramente ridículo, un "fenómeno" menospreciable. Por eso, subraya la singularidad y alienta las murmuraciones y el morbo. En los albores de la modernidad urbana, Novo va a los extremos y, a contrario sensu, obtiene el espacio de seguridad indispensable en la época en quie los prejuicios morales son el único juicio concebible.
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En 1926, Genet fue enviado a la Colonia Penal de Mettray, fundada el 22 de enero de 1840 por el abogado Frederic Auguste Demetz. Genet pasó tres años ahí hasta que cumplió 18 y se apuntó a la Legión Extranjera. La cárcel "sin muros" siguió operando varios años más hasta 1937.
Según Demetz, el trabajo agrícola y la oración serían los caminos de la rehabilitación de jóvenes acusados de delinquir. Admitían a niños desde 6 y hasta 21 años de edad. El lema del creador era "Mejorar al hombre por la tierra y a la tierra por el hombre, bajo la mirada de Dios". A los internos se les rapaba, se les uniformaba, dormían en hamacas dentro de barracas en las que trabajaban de día. Se organizaban en familias de cuarenta integrantes, y por ahí pasaron más de 17,000 menores hasta que fue cerrada. Si bien es cierto que no había muro perimetral, la disciplina era canija y los castigos crueles. Además de las celdas de castigo ocultas en la capilla cuentan que se pasaba lista con frecuencia y los habitantes de la localidad, alertados por el tañido de la campana de la iglesia e incentivados por el pago de una recompensa, salían a corretear a quienes se hubieran escapado.
Michel Verne, hijo del escritor, pasó una temporadita por decisión de su padre en la versión para pudientes del mismo reformatorio, la Maison Paternelle.
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Entre 1576 y 1581 la Nueva España fue arrasada por el tifo, padecimiento que envió a la tumba a casi la mitad de su población. A estos brotes se sumaron epidemias regionales. Los registros históricos refieren a estas enfermedades bajo diferentes denominaciones: pestilencia, cocoliztli, matlazahuatl, fiebres, tabardetes, tos y dolor de costado. […] En 1580 en la Ciudad de México los miembros del cabildo organizaron procesiones, plegarias y rogativas para “aplacar la ira divina”.
En la Historia mínima de las epidemias en México, de América Molina del Villar
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El doctor Samuel Johnson padeció muchas enfermedades desde pequeño. Y también fue uno de los muchos aquejados por la escrófula. La reina Anna le impuso las manos pero, sorprendentemente, no sirvió de nada.
Según Jeremy D. Popkin, la imposición de manos para curar la escrófula, también conocida como el “mal del rey” era una de las maneras de la monarquía de hacer visible y performático su mandato divino.
La escrófula, o linfadenitis tuberculosa cervical, es un padecimiento que afecta los ganglios, en especial los del cuello. La infección la causa la misma bacteria que causa la tuberculosis, la mycobacterium tuberculosis.
También leímos un fragmento del libro El dios salvaje de Al Alvarez. En específico el prefacio. Así comienza:
Aquí se puede consultar en inglés.
Una nueva entrega del ÍndiceTSH, un homenaje-plagio del famoso índice de la revista Harper’s: datos duros para preguntas urgentes.
El 24% de ustedes dicen que en lo que toca a los juegos de mesa, son profundamente competitivos; se juega a matar
El 25% de ustedes dicen que en lo que toca a los juegos de mesa, son algo competitivos. Algunas veces se llegan a enfadar.
El 42% de ustedes dicen que en lo que toca a los juegos de mesa, son nada competitivos; juegan por puro gozo y diversión.
El 8% de ustedes dicen que odian los juegos de mesa.
Una nueva entrega del Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana. Se trata de un formato simplificado, de seis signos agrupados según cada dos meses calendario ahora, como servicio a la comunidad, aquí la frase que según los arcanos de este Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana, influirá o calificará lo que resta de su semana:
Puedes vivir toda una vida y, al final, saber más de la gente que conoces que de ti mismo.
Los santos patronos del pesimismo velan por nuestro sufrimiento.
El odio a la soledad es tan natural como el deseo de vivir.
El asunto es que cuando el pesimismo ingresa a la discusión filosófica, casi nunca resulta útil.
El desencanto como canto, como cantar, como mantra: una voz solitaria y monofónica que se vuelve insignificante por la íntima inmensidad que la rodea.
La escritura se adentra en nosotros cuando nos da información sobre nosotros mismos de la que tenemos necesidad en el momento en que estamos leyendo.
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Para esta edición del Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana, se consultaron a dos arcanos: Eugene Thacker y Vivian Gornick.