TSH 18.09.24
Antes que nada, esto fue lo que sonó:
En el centro del aprisco una arboleda de abetos de Douglas sostiene entre ellos, tiernamente, un alto recinto como un jarrón. ¿Cómo pudimos habérnoslo perdido hasta hoy, nunca haber visto este transparente, translúcido recipiente teñido como de cuarzo? Lo que descubrimos eran murciélagos: como carbonilla, desmenuzable, titilante el lugar cercado por árboles hasta que el aire pareció acelerarse y los quirópteros fueron una sola nerviosa inteligencia, probando su idea de una nueva forma que se desplegó y adquirió coherencia delante de nuestros ojos. El espíritu del mundo es intersticios como este; células que se recargan con la luz del día; ¿era eso lo que nos estaban diciendo? Pero se esfumaron, de repente, antes de que comprendiéramos, y los árboles crecieron en un círculo, elegante y mudo. —Kathleen Jamie, “Murciélagos enanos” Traducción de Antonio Rivero Taravillo.
El primero de los diarios de viaje en el que Matsuo Basho narra su recorrido por algunas regiones de Japón en 1684, lo tituló: Diario de una calavera a la intemperie. Brutal título punk. Y en uno de los haikus iniciales abunda en esa imagen:
Calavera a la intemperie en mi pecho, el viento penetra ¡hasta los huesos!
Y es que según cuentan el recorrido lo realizó a pie por algunas rutas que en aquel Japón feudal eran consideradas harto peligrosas. No anticipaba terminar con vida el recorrido: o se lo llevaba algún infortunio o alguna violencia. Ni una ni otra. Concluyó ese y realizó muchos otros viajes más. Acompañado de su fama y, a veces de algún discípulo, terminó recorriendo kilómetros y kilómetros. Y escribiendo joyitas de la contemplación.
Según cuentan los traductores Alberto Silva y Masateru Ito en la introducción: “Basho solía explicar que los dos principios de su escuela poética eran ‘el cambio’ y ‘la permanencia’.” Y eso está presente una y otra vez.
Mausoleo vetusto, abandonado, ¿qué añoran los helechos que tienes por manto?
o
¿Podrá el rocío quitar gota a gota el polvo del mundo flotante?
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¿A qué “naturaleza” se escapa uno cuando dice: necesito escapar un rato a la naturaleza? ¿A la que elogia Fray Luis de León?
Un no rompido sueño, un día puro, alegre, libre quiero; no quiero ver el ceño vanamente severo de a quien la sangre ensalza o el dinero. Despiértenme las aves con su cantar sabroso, no aprendido; no los cuidados graves de que es siempre seguido el que al ajeno arbitrio está atenido.
¿O a la que asedia y agobia a Werner Herzog?
Miré a mi alredeor, y en el mismo odio en ebullición se encontraba, furiuosa y humenate, la selva, mientras que el rio, con majestuosa indiferencia y sarcástico desdén, todo lo minimizaba: las fatigas de los hombes, la carga de los sueños y los suplicios del tiempo.
Aquí está su famoso soliloquio sobre la jungla:
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Rebecca Solnit, como nadie, ha escrito sobre el exterior, los outdoors, en particular en sus dos obras eruditas y enormes: Wanderlust y A Field Guide to Getting Lost.
En la primera, escribe sobre el encuentro de dos factores: el crecimiento del jardín y el paisaje como destino turístico y el papel de las guías de viaje, así como los diarios de viajeros como incentivos que dieron al periplo hacia aquellas "naturalezas", ahora sean tan presentes y estén tan instaladas en nuestra contidianidad:
Como las guías turísticas modernas y los relatos de viajes, esas primeras guías cuentan qué se debe ver y dónde se encuentra. Algunas —especialmente las obras del clérigo William Gilpin— también aconsejan cómo mirar. El gusto por el paisaje era un signo de refinamiento y quienes deseaban ser refinados se instruían para ser grandes conocedores del tema. [...] Un jardín paisajístico era un lujo que solo pocos podían crear o usar, pero el paisaje inalterado estaba disponible prácticamente para cualquier y cada vez más miembros de la burguesía pudieron viajar para disfrutarlo, ya que los caminos iban ganando tanto en seguridad como en lisura y el transporte se iba abaratando. El gusto por el paisaje debía ser aprendido y Gilpin fue el guía de mucha gente.
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En la desértica llanura de Laetoli, al norte de Tanzania, Mary Leakey descubrió un rastro de pisadas de homínidos. Los dos prehumanos descalzos caminaban muy juntos. Caminaban por un terreno de toba volcánica aún húmeda. Nos ha quedado el registro de esos pocos segundos de un día de hace unos tres millones setecientos cincuenta mil años, antes de que los homínidos tallaran herramientas de piedra.
Esto escribió Annie Dillard en un brevísimo ensayo titulado “Pisadas”.
Tenemos casi veintiocho metros de sus firmes pisadas, intactas. No sabemos adónde se dirigían ni por qué. No sabemos por qué uno de ellos se detuvo y se desvió brevemente a la izquierda antes de seguir. «Un antepasado remoto —aventuraba Leakey— pasó por un momento de duda».
Además, leímos una de las Vidas imaginarias, de Marcel Schwob. En particular la que le dedica a Heróstatos, el incendiario. Así comienza. (Es la edición de El Quinqué Cooperativa Editorial).
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Una nueva entrega del ÍndiceTSH, un homenaje-plagio del famoso índice de la revista Harper’s: datos duros para preguntas urgentes.
El 23% de ustedes dicen que se consideran 100% hábiles, nivel ave migratoria y sin mapa para orientarse, circular y navegar por las ciudades.
El 15% de ustedes dicen que son malísimos para orientarse, circular y navegar por las ciudades; cero, se pierden hasta en la casa.
El 31% de ustedes dicen que con un mapa, sin rollo se orientan, circulan y navegan por las ciudades.
El 30% de ustedes dicen que más o menos, a veces se pierden al circular y navegar por las ciudades.
Una nueva entrega del Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana. Se trata de un formato simplificado, de seis signos agrupados según cada dos meses calendario ahora, como servicio a la comunidad, aquí la frase que según los arcanos de este Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana, influirá o calificará lo que resta de su semana:
En los bolsillos de ese pantalón escondía todo: piedras, trompos, cuerdas, bolas de cristal y un pedazo de cuchillo sin mango.
La ociosidad, en este sentido, es una libertad reservada en principio para una minoría.
Fueron muchos los días que duramos encerradas en esa pieza, ya no teníamos noción ni de los días ni de las noches.
La autonomía es un proyecto prospectivo y transformador en el que un supuesto aspecto superior de lo que somos pretende ejercer su dominio sobre decisiones concretas o quizá sobre nuestra vida en conjunto.
Hay momentos que me parece confuso y no sé si en conjunto se puede seguir la historia. Yo no dejo copia pues escribo directamente y ya no me acuerdo de lo que he escrito antes.
La ociosidad es, a fin de cuentas, lo opuesto a todo lo que se supone que representa la fatigosa autonomía.
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Para esta edición del Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana, se consultaron a dos arcanos: Emma Reyes y Brian O’Connor.