Antes que nada, esto fue lo que sonó.
El tumulto del corazón
sigue haciendo preguntas.
Y luego se detiene y empieza a responder
en el mismo tono de voz.
Nadie notaría la diferencia.
Nada inocentes, estas conversaciones empiezan,
convocan después a los sentidos
hacia sólo la mitad de un sentido.
Y después, no hay alternativa;
y después, no hay sentido;
hasta que un nombre
y todas sus connotaciones
son lo mismo.
—Elizabeth Bishop, “Conversación”
El libro de esta semana fue El gabinete de un aficionado, de Georges Perec.
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En 1913, en la ciudad de Pittsburgh se exhibe un cuadro singular: en él aparece representada, una habitación sin ventanas ni puertas y, colgada en las tres paredes, la colección de cuadros de un industrial cervecero. Más de cien cuadros que representan todas las escuelas del arte europeo y americano, y entre estos, también está el cuadro mismo. Y en esta representación del cuadro aparecen, obviamente, la representación miniaturizada de una habitación sin ventanas ni puertas y, colgada en las tres paredes, la colección de cuadros de un industrial cervecero. Más de cien cuadros que representan todas las escuelas del arte europeo y americano, y entre estos, también está el cuadro mismo. Y en esta representación del cuadro aparecen, obviamente, la representación miniaturizada de una habitación sin ventanas ni puertas y, colgada en las tres paredes, la colección de cuadros de un industrial cervecero. Más de cien cuadros que representan todas las escuelas del arte europeo y americano, y entre estos, también está el cuadro mismo. Y en esta representación del cuadro aparecen, obviamente, ya captaron la mecánica.
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Georges Perec es de esos autores a los que se les aplica un adjetivo que es tan hiperbólico que luego no dicen nada. No, no me refiero a “genial”, pero ese luego se le adjunta. Me refiero a ese adjetivo que quiere dar cuenta de la variedad de su obra, de la heterodoxia de su producción y la amplitud de sus intereses, y al mismo tiempo, de su posición en la zona de vanguardia artística europea del siglo XX:
Georges Perec es inclasificable.
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En su artículo “Perec antes de Perec”, Jacobo Zanella escribe:
A los trece años (1949) fue enviado al Lycée Geoffroy-Saint-Hilaire, en Étampes, cincuenta kilómetros al sur de París. Ahí conoció al sociólogo y crítico Jean Duvignaud, quien fue su profesor de filosofía. En sus clases, le interesaban especialmente el teatro y literatura, estimuló a Perec de tal forma que el adolescente llegó a pensar que él también podía escribir (sus primeros intentos fueron obras de teatro inconclusas). Durante el curso de Duvignaud (1953-54), a los diecisiete años, tomó la decisión de hacerlo: reconoció en sí mismo una energía latente, hasta entonces ignorada, y desde ese momento —y sin haber publicado nada todavía— se consideró, con gran seriedad, escritor.
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En 1961 entró al trabajo en el que permanecería hasta casi el final de su vida: archivista en el Hospital Saint Antoine. Formó parte del Ouilipo, el grupo de matemáticos, artistas y poetas que se eran, en palabras de uno de sus miembros, “ratas que construían el laberinto del que intentarían escapar”.
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La tía de Georges, Esther, decía que al partir hacia París en 1922 con su familia dejó toda su vida judía en la estación de Lubín y que el momento de bajar del tren en la Gare de l’Est, olvidó todas las palabras en polaco que conocía.
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Esto escribió Georges Perec en voz de un reseñista anónimo que escribió un texto larguísimo de presentación en el catálogo de la exposición:
El gabinete de un aficionado no es solo la representación anecdótica de un museo particular; por el juego de estos refleojs sucesivos, y por el encanto casi mágico que operan estas repeticiones cada vez más minúsculas, es una obra que se mece en un universo propiamente onírico donde su poder de seducción se amplía al infinito, y donde la precisión exacerbada de la materia pictórica, lejos de ser su propio fin, desemboca de pronto en la espiritualidad vertiginosa del Eterno Retorno.
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El gabinete de un aficionado, la obra, iba a formar parte de la insondable cumbre de lo infraordinario: La vida instrucciones de uso. Pero, a Perec se le abismaron los abismos. Plop. La historia, las referencias, la investigación y las ideaciones fueron intensificándose al punto que terminó como una novela independiente.
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Debería incluir algo sobre los gabinetes de curiosidades. Pero me da pasmo. El tema es enorme y fascinante y lo voy a convertir en una especie de resumen de secundaria. Mejor esto. Y esto.
Aquí hay una pieza en audio de la artista Dinah Bird basada en “El arte de pedirle un aumento a su jefe”.
Y aquí está una reseña de la monumental biografía de Georges Perec escrita por David Bellos.
El libro de la próxima semana //25 de mayo//: Espectros del capitalismo, Arundhati Roy.
Y dentro de dos semanas //1 de junio//: Sobre la muerte de un perro, Jean Grenier
Una nueva entrega de la columna Los libros no se rayan:
Jacques Bienenfeld was a barrel-shaped man, who according to the legends handed down about him, looked like Orson Welles and lived like Citizen Kane. (David Bellos)
Pearl buying was an infinitely slow process of muted haggling with Arab middlemen, who took tea with the suave European. but never stated their prices in words, communicating instead in that ancient Oriental code (Rousseau mentioned it two centuries earlier, in his essay on the origins of language) that consists of pressing different fingers during the parting handshake. (David Bellos).
A fuerza de pensar en tus historias / y sentir con tu propio sentimiento / han venido a agolparse al pensamiento / rancios recuerdos de perdidas glorias. (Manuel José Othón).
En serio, de favorcito, tiren sus opiniones sobre el boletín. ¿Así va bien? ¿Qué le hace falta? ¿Qué le sobra? De antemano, gracias.
TSH 18.05.22
Realmente disfruto el boletín, muchas gracias por su dedicación