Primero que nada, esto fue lo que sonó.
Te aseguro que alguien se acordará de nosotras[...]
—Safo
El libro de esta semana fue el embrujo titulado “Un soplo de vida”, de Clarice Lispector. Una novela hipnótica. Un encantamiento.
Aquí desbordémonos en hipérboles. Por esta ocasión, no las corrijamos, no le metamos manos. No le pongamos freno al calificativo porque la obra de Lispector, me parece, es enorme.
No será la primera vez que se diga, y de hecho se habrá dicho de mejores maneras pero estamos ante la escritura que desconfía de los andamios, de los barandales de la convención. De las palabras como elementos que son más que sí mismas. Por ahí, creo que es Ángela misma la que dice “las palabras son mentiras de mentiras”.
Esto escribió Ida Vitale:
Hay escritores singulares y escondidizos, que se instalan en una tradición y la sabotean desde su centro. Un Nabokov, digamos, no rechaza la cultura, los valores de su herencia: desde ésta, emancipado, crea un laberinto, tiende trampas que desdibujan los recorridos habituales, lanza pistas que perturban al lector, abriéndole otro recorrido con el premio final de ser aceptado en la coalición de quienes aprecian las marcas eficaces de las dentelladas. Impone sus malabarismos en una lengua ajena, de ahora en adelante invadida por su perfección. Sin embargo, acepta la cúpula inequívocamente común a toda la narrativa de este siglo.
Pero pocos —digo pocos para cubrirme— han arremetido como esta mujer de frontera contra tantas convenciones novelísticas a la vez. A lo largo de su obra extensa fue debilitando argumento, acción, diálogo, cosas esenciales —una u otra, al menos—, para dejar a sus personajes despojados de todas, braceando en las aguas primitivas de una vida primaria que “respira, respira, respira”.
Quizá este libro, podría ser, de una manera oblicua, de una manera muy poco clara como debe ser: una guía de lectura, una especie de poética. Una manera de ir leyendo los libros pasados. Una manera clave, o una cifra de la clave, el enigma de la clave. Algo así.
La he leído muy poco, mucho menos de lo que debería. Alonso Ruvalcaba me recomendó Agua viva, y este libro, Un soplo de vida, está ahí, al lado: dialogan, están cerca. Hace mucho , La pasión según G.H., y algunas de sus columnas: que son magistrales. Pero es una lectura tardía.
Y eso permite demorarse en la digresión: ¿hay lecturas que llegan demasiado tarde?
“Nadamos en lenguaje”, un tatuaje que diga.
Aquí hay una entrevista con Clarice Lispector.
Y la propuesta es que para la próxima semana, no haya libro. Porque tampoco es curso, ni tarea; y por si se lo están tomando en serio, para leer lo que no terminaron o algo por el estilo.
En el próximo programa proponemos nuevos títulos. ¿Tienen alguno en mente?
Una nueva entrega de la columna Los libros no se rayan:
“Querría iniciar una experiencia y no solo ser víctima de una experiencia que sucede sin que yo la autorice. De ahí mi invención de un personaje. También quiero despejar, además del enigma del personaje, el enigma de las cosas”. (Clarice Lispector)
“Yo no existiría si no hubiera palabras.” (Clarice Lispector)
“Ver es un milagro. ¿Cómo describir una pirámide? ¿Cómo describir una luz encendida?” (Clarice Lispector)
In short, the analysis of tools is concerned only incidentally with the human use of tools. Its real subject matter is the stance of entities themselves in the midst of reality.” (Graham Harman)
Una nueva entrega de su columna semanal, ¿Y eso qué?
Un soldado japonés, combatiente de la Segunda Guerra Mundial, abandonado en Guam, que se ocultó en la jungla que esperaba el regreso de sus compañeros soldados, fue hallado en 1972, 28 años después. Se llamaba Shoichi Yokoi.
La primera embarcación que operaba con vapor en la India fue un dragador que navegaba el río Hooghly en 1818. Se llama Diana. Y la primera embarcación a carbón en viajar de Inglaterra a la India fue el Enterprise, que salió de Falmouth el 16 de agosto en 1825 y llegó a Calcuta el 7 de diciembre.
En el cuento “El pianista” de Ricardo Piglia aparece un monito de cara blanca bautizado como Thelonius, pero que en realidad solo responde al nombre de Villegas.
Por favor, opine sobre el boletín. ¿Así va bien? ¿Qué le hace falta? ¿Qué le sobra? De antemano, gracias.
Gracias Pablo. Podría parecer redundante, pero propongo los cuentos completos de Shirley Jackson, que están de terror, un terror social que te deja muy inquieto. También considerando que con los cuentos uno no siente toda la presión de terminar un libro.