Antes que nada, esto fue lo que sonó:
En vida me llamé Walter. Y heme aquí, con mis huesos blanqueando el basurero municipal de Tultitlán, Estado de México. Crucé medio México y su odio entero montado en La Bestia, y a veces a pie, sin respiro, para seguir mi sueño: escapar de la cuota serial de las pandillas y comprar con dólares algunos trastos y una estufa para mi madre. Jamás llegué, truncaron mi destino. Ahora no tengo descanso ni sepulcro. Sólo espero el día de la resurrección para levantarme, a la luz de la luna nicaragüense, y tener una muerte mejor. Sería feliz si mi madre hiciera nacatamales y nezquizara el maíz en su fogón. Pero sé que no llora por el humo. Allá en Managua otro estará con mi mujer; uno más le tatuará mis hijos. No muy lejos de aquí, mis asesinos calzan mis zapatos, visten mis ropas; policías municipales con más saña y más rabia que la de las pandillas. Arriba, las máquinas trituran lo poco que queda de mis huesos y un chucho mastica sin descanso mis últimos tendones. Dejé un breve recuerdo en el albergue del padre Alexander: “aquí estuvo Walter, originario de Managua, Nicaragua, C.A.” Y aquí sigo. —Balám Rodrigo, “19°35'29.9"N 99°09'03.3"W — (TULTITLÁN, ESTADO DE MÉXICO)”
El libro de esta semana es La venganza de los dinosaurios, de Deborah Eisenberg.
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Esto, una vez más, ese roce con lo inefable, dicho por Eisenberg en la entrevista con The Paris Review:
[…] when you sit down to write, as I’m sure you know as well as anybody on the planet, you think, ah, yes, the entire world and all its strange nuances, and subtleties, and inexpressibilities are about to surge through my arm into the pencil I’m holding. And then you look down at what you’ve written and it’s something like, And so he walked to the grocery store… That feeling of the richness of the world and the poverty of your means of expression is one of the inescapable features of writing fiction. One finds that one’s thought is much more conventionalized than one would have guessed.
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Y esto en unos de sus cuentos:
La capacidad de sintonizar su cerebro con algo hecho por alguien más para vibrar en la misma frecuencia, de responder con un pequeño vuelco del corazón a lo que tiene adelante, ese don suyo, infalible durante tantos años, ha desaparecido. O casi desaparecido, reducido a algo banal y tibio. Es como si una parte suya simplemente se hubiera gastado y hubiera que cambiarla.
o quizá esto:
Es increíble, ni siquiera puedo entenderlo: que cada vida sea tan abundante, siempre, y que cada momento que se experimenta sea tan intenso, ¡pero que quede tan poca evidencia po fuera del cuerpo vivo! Hay miles de millones de vidas pletóricas, intensas, en este mundo. Entre ellas la de la abuela, que se está apagando. Sin dejar nada más que un montoncito de basura conmemorativa, totalmente inescrutable.
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Esto escribió PD James sobre el relato de detectives.
Una de las críticas vertidas con más frecuencia sobre la narrativa detectivesca es que este patrón impuesto es una mera fórmula que encorseta al novelista y coarta la libertad artística esencial para el proceso creativo, y que los matices de los personajes, el realismo del contexto e incluso la verosimilitud se sacrifican en favor del predominio de la estructura y la trama. Pero lo que a mí me resulta fascinante es la extraordinaria variedad de libros y escritores a los que esta fórmula ha sido capaz de adaptarse, y los innumerables autores que han hallado en las limitaciones y las convenciones de la narrativa detectivesca un medio liberador, y no constrictivo, de su imaginación creativa.
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Me acuerdo de que intenté muchas veces utilizar una regla de cálculo y de que también en muchas ocasiones empecé con manuales de matemática moderna pensando que si iba despacio, si me leía todas las lecciones en orden y hacía los ejercicios y todo, no habría ninguna razón para suspender.
De eso, entre otras cosas, se acordaba Georges Perec.
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Y yo me acordé que mi papá usaba un anillo en el dedo meñique. Que nunca supe por qué lo hacía y no se lo pregunté, y que nunca supe qué fue de ese anillo dorado con una pequeña piedra azul cuadrada al centro.
Presentamos la nueva columna intitulada “Supongamos…”, el espacio donde a partir de algún dato verificable, conjeturamos. En esta ocasión, “Supongamos que un mensaje entre la Tierra y Marte toma tanto tiempo”.
En el mejor de los escenarios –cuando las condiciones físicas y materiales sean las más propicias–, enviar un mensaje a Marte tarda 22 minutos. Supongamos un mensaje de texto. Y, ya que estamos, el mensaje de texto que enviamos dice, “Holi. ¿Cómo andas?”. 44 minutos después, recibiríamos un: “Bien, ¿tú?”. Y eso suponiendo que ambas partes estén apostadas frente a los dispositivos comunicativos. Una distracción, supongamos, un gato está rascando el brazo del sillón que ya se había llenado de velcro y aerosoles diseñados, según la propaganda y la etiqueta, para disuadir comportamientos de ese estilo. Y, supongamos para ceder a la practicidad en detrimento de la fantasía, que sucede en la Tierra y no en Marte. La persona se aleja del adminículo comunicativo y demora minutos desesperantes intentando negociar, luego disciplinar y luego no enfurecer al minino que arquea la espalda y parece sonreir por el placer que le provoca desafiar todo intento por encajonarlo dentro del huacal conceptual etiquetado como “mascota domesticada”. Supongamos. Entonces, en el otro extremo del hilo de estambre cósmico, la persona que aguarda frente a la pantalla y el teclado llevará ventaja ya en las elucubraciones y las incertidumbres. Nos enfrentaremos entonces, supongamos, a la reconfiguración total de lo que entendemos por conversación.
También leímos el clásico y famoso y multimencionado “Los asesinos”, de Ernest Hemingway, escrito en 1926 y publicado en Scribner’s Magazine en 1927. Así comienza.
Aquí está completo.
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Una nueva entrega del ÍndiceTSH, un homenaje-plagio del famoso índice de la revista Harper’s: datos duros para preguntas urgentes.
El 6% de ustedes dicen que si pudieran regresar el tiempo a una época de su vida, y volver a darle desde ahí, regresarían al periodo entre ser recién nacidos y el inicio de la escuela.
El 23% de ustedes dicen que si pudieran regresar el tiempo a una época de su vida, y volver a darle desde ahí, regresarían al periodo entre la primaria y la adolescencia tardía.
El 35% de ustedes dicen que si pudieran regresar el tiempo a una época de su vida, y volver a darle desde ahí, regresarían al periodo entre los 18 años a hace unos minutos en su vida.
El 36% de ustedes dicen que si pudieran regresar el tiempo a una época de su vida, y volver a darle desde ahí, no regresarían. “¡Volver a razón de qué!”
Una nueva entrega de la columna, ¿Suerte?, una oferta de elementos que para los próximos seis días podrían estar acompañados de fortuna en los juegos de azar:
El elemento anatómico de la semana: Cáliz renal
El elemento meteorológico de la semana: Bise
Insulto de la semana: Samugo
El ser vivo de la semana: Bycanistes subcylindricus subquadratus
La tonalidad ascendente: Azul Alicia
La tonalidad descendente: Oro viejo
Una nueva entrega del Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana. Se trata de un formato simplificado, de seis signos agrupados según cada dos meses calendario ahora, como servicio a la comunidad, aquí la frase que según los arcanos de este Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana, influirá o calificará lo que resta de su semana:
A veces el texto en su conjunto puede estar más o menos acabado, pero a las últimas líneas les falta fuerza y hay que corregirlas.
Con el paso del tiempo, fui encontrando respuestas a mis preguntas, pero no develaban todo, y al final ya no sentí la necesidad de develarlo todo.
Pero, por supuesto, todo se complica, como siempre sucede en la historia de la lengua.
El evidente objeto e intención de todas las partes y órganos, todo esto habla de manera por demás elocuente, de una causa inteligente o de un autor.
Multiplicar causas innecesariamente, es, en verdad, contrario a la buena filosofía.
¿Acaso es necesario probar lo que todos sienten dentro de sí mismos?
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Para esta edición del Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana, se consultaron a dos arcanos: Lydia Davis y David Hume.
Increíble la nueva sección. Levo dos horas suponiendo escenarios.
Abrezos, Profesor.
Como siempre un gustazo adentrarse en las marañas de las historias que nunca se es y saber que si, en efecto navegamos en leguaje
Excelente semana