TSH 11.08.21
Primero que nada, esto sonó en el programa.
Y la tradicional canción extra.
Una especie de canto
Deja que la serpiente espere bajo
su maleza
y que la escritura
esté hecha de palabras, lentas y rápidas, afiladas
para atacar, silenciosas en la espera,
insomnes.
–a través de la metáfora reconciliar
las personas y las piedras.
Escribe. (No hay ideas
sino en las cosas). ¡Inventa!
Saxífraga es mi flor que divide
las rocas.
–William Carlos Williams
Quizá el santo patrón de la repetición sea Bill Murray en su encarnación del tipo del clima, Phil Connors en la película de 1993, El día de la marmota. Ahí, la trama la saben todos: amanece y el vato está repitiendo el día, justo el 2 de febrero cuando una marmota en Punxsutawney, Pennsylvania, tierra de cuáqueros agricultores, informa a la sociedad si habrá más invierno y ya viene el sol.
Lo que se dice poco, o nada, es que fuera de la psicomágia de la que requiere el argumento del guión, se ha obviado a la verdadera mártir de este drama de días y noches iguales en ese pueblo tedioso de menos de seis mil personas en el norte de Pennsylvania: la marmota.
¿Quién piensa en la marmota?
La poesía concreta, tema vasto, es, también, poesía de repeticiones. Las tipografías y la noción de caja, las materialidad del blanco de la página y el opaco de las letras, todos son detalles mínimos que, en una sumatoria casi escultórica, se repiten hasta lograr una especie de revelación.
Y si le sigue uno escarbando, hay tanto.
Allá va Ulises Carrión.
Una nueva entrega de la columna de opinión semanal: “Por eso, pero ¿cómo?”, la serie de consejos no solicitados para problemas cotidianos.
Por eso, pero ¿y cómo saber qué pasó primero y qué pasó después?
Primero el tiempo; hay que preguntar quién llegó primero.
Si no hay respuesta clara, hay que intentar ver si las cámaras grabaron algo.
Si las cámaras no grabaron nada, hay que preguntar quién está a cargo.
Si no aparece la persona que está a cargo de las cámaras porque estaba de descanso, hay que levantarle un acta administrativa por abandono de puesto.
Si no sabemos qué debe decir un acta administrativa por abandono de puesto, hay que buscar asesoría legal.
Si el despacho Bruxismo, Bruxismo & Associates acepta asesorarnos, hay que conseguir un trabajo para solventar los costos del proceso legal.
Si conseguimos que nos reciban la solicitud y el currículum, hay que preparar el atuendo de la entrevista.
Si no tenemos ropa formal, hay que pedir alguna prestada.
Si el traje nos queda apretado de la cintura y no estamos seguros de cómo abrochar los cordones que cuelgan del lado izquierdo, hay que consultar algún manual.
Si la enciclopedia dice “Para uno de esos gnósticos, el visible universo era una ilusión o (más precisamente)un sofisma […]”, hay que evitar mirarse al espejo y abrochar el traje al tanteo.
Si llegamos tarde por culpa del enredo, figurado y literal, con el ajuar, hay que pedir disculpas a la corte, a los abogados y al secretario del juzgado.
Si piden que testifiquemos en un banquito y nos exigen alzar la mano y jurar veracidad, hay que exclamar: “¡qué preguntas nos ha propuesto ya esa voluntad de la verdad!”
Si la jueza da instrucciones a los dos guardias para retenernos por la fuerza para calmar nuestra agitación, hay que plantear la interrogante: “¿No es una ignorancia vergonzante creer saber lo que no se se sabe?”
Si la sesión se ve interrumpida por el anuncio que apareció el encargado, que estaba descansando, hay que murmurar con cuidado de ser escuchado: “El alma, pues, suspensa del exterior gobierno –en que ocupada en material empleo, o bien o mal da el día por gastado”.
Si nadie nos escucha, hay que gritar: “¡El eterno reloj de arena de la existencia se invertirá siempre de nuevo y tú con él, pequeña partícula de polvo!”
El texto de Joe Brainard, “Me acuerdo”, concatena, por lo menos, otros dos. “Me acuerdo”, de Georges Perec y “Yo también me acuerdo”, de Margo Glantz.
Si le apetece, exprésese.