TSH 11.05.22
Primero que nada, esto fue lo que sonó:
Luz,
respiros,
sendas furtivas entre las aguas, en la lenta tensión
de la materia,
en su trama vital. Esteros, lindes
en que anida
y arraiga.
—Coral Bracho “Sendas, respiros, lindes”
El libro de esta semana fue Diferentes razones tiene la muerte, de María Elvira Bermúdez.
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Uno de los esquemas —por decirle de algún modo— clásicos del género policiaco es el que la británica Agatha Christie perfeccionó: un escenario contenido, un grupo heterodoxo de personajes entre los que hay tres que destacan: uno que se convertirá en cadáver, otro que será el o la culpable y uno más que resultará ser detective profesional o aficionado. Esta modalidad —por decirle de algún modo— ha derivado en juegos de mesa, pantomimas y obras de teatro, y permite así percibir más claramente que estamos ante una trama en la que lo que está en juego es la operación de una mente y sus comunicaciones y diálogos.
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Probablemente la que viene es una aseveración ridícula y ridiculizable, pero en los relatos policiales estamos ante la puesta en escena misterio del lenguaje; de la representación de una conciencia enfrentada con las sombras y los puntos ciegos de la imaginación.
Ridiculícenme, no hay fijón.
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Esto escribe Aniela Rodriguez sobre María Elvira Bermúdez en el prólogo de la edición de la UNAM de Diferentes razones tiene la muerte:
“Se matriculó en la Escuela Libre de Derecho y fue de las primeras mujeres en licenciarse como abogada, en un ámbito (que hoy en día sigue siendo) predominantemente machista. Su incursión en las leyes le granjeó la pasión por el relato policiaco, un universo que le permitió explorar la semilla del crimen y sus vericuetos desde una zona mucho más íntima”.
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La propia Bermúdez, además de abogada, practicante y escritora de novelas policiacas, ponderaba el género y sus límites, sus percepciones y el modo en el que el público lo recibía. En algún ensayo escrito más bien hacia el final de su vida, apunta esta clara definición propia de lo que para ella es lo policiaco:
Entre nosotros, los mexicanos de hoy, está muy extendida la creencia en el sentido de que una obra es policiaca porque en ella se comete un crimen y aparece la policía, o porque un detective o un oficial cuentan sencillamente algún caso en que han intervenido o porque se narra en ella la vida de algún delincuente muy conocido. En esas y parecidas coyunturas se estará ante un reportaje, una crónica o una biografía, pero no frente a una novel policiaca porque lo caracteriza al género es el misterio, la investigación y la idea de justicia
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La autora de esta semana creó dos personajes que se encargaron de descubrir los crímenes de sus tramas: Armando H. Zozaya (la H, como dice en la novela, es de Horacio), y su alter ego más evidente, María Elena Morán.
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Esto escribió Ricardo Piglia sobre los personajes que protagonizan los relatos policiales:
“Estos comisarios del género son siempre un poco ingenuos y fantasmales, porque como decía con razón Borges, en la vida los delitos se resuelven —o se ocultan— usando la tortura y la delación, mientas que la literatura policial aspira —sin éxito— a un mundo donde la justicia se acerque a la verdad”.
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No importa, o no importa tanto, que uno no resuelva el enigma del crimen en su mente. Porque, por lo general, la cantidad de información desconocida que aparece como contexto, explicación, detalles no mencionados previamente al momento de que el o la detective plantea sus conclusiones es determinante. Sabemos muy poco. Tan poco, pero con eso nos basta para sentir el embrujo, el encantamiento de la participación. Por momento somos también esos sabuesos; por momentos solo somos uno más de los ocho o doce asistentes a la fiesta, de los siete o cinco tripulantes del vagón en el tren, de los cinco o nueve integrantes de la familia entre los que hay un único culpable.
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Esto escribió Raymond Chandler en una carta al editor Frederick Lewis Allen en 1948, cinco años antes de la publicación del libro de esta semana:
“Mi teoría era que los lectores solamente creen que lo único que les interesa es la acción; que en realidad, aunque no lo sepan, lo que les interesa y lo que a mí me interesa es la creación de emoción por medio del diálogo y la descripción”.
Aquí hay uno de los ensayos que María Elvira Bermúdez escribió sobre el género policial. Este apareció en una revista del ITAM en 1987. Se titula “¿Qué es lo policiaco en la narrativa?”
Aquí el texto que leímos al final.
El libro de la próxima semana //18 de mayo//: El gabinete de un aficionado, Georges Perec.
Y dentro de dos semanas //25 de mayo//: Espectros del capitalismo, Arundhati Roy.
Una nueva entrega de la columna Los libros no se rayan:
Death is a dialogue between/the spirit and the dust… (Emily Dickinson)
Para Abelito, desde luego, la mejor cuba libre era la que carecía de cocacola. (María Elvira Bermúdez)
¿Será a su turno la muerte una sombra inmóvil? (María Elvira Bermúdez)
Las palabras tienen una importancia oculta para los aventureros. Sin importar a qué clase pertenezca, el aventurero siempre quiere penetrar en el sentido secreto de las palabras. (Pierre Mac Orlan)
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