TSH 08.05.24
Antes que nada, esto fue lo que sonó:
Estaba ordenando las cosas para salir... Y mientras ordenaba mis cosas veía al lobo, al lobo que fui y no sé si al lobo que seré... La palabra "cinzas", una palabra en una canción de Wilson Simonal, me atrae... Una palabra que no puede traducirse como cenizas, en castellano. Una palabra que resplandece como los ojos de los gatos en la oscuridad. O los faros de los coches en la ruta pavimentada, cuando la noche se hace madrugada entre Córdoba y Villa María. Salí de mi casa para verte, con todas esas cosas en la cabeza... lobo aullando junto a la "cinza" resplandeciente... ojos de gato en la oscuridad, faros de coches sonámbulos que se acercan y se alejan de Córdoba. Y llegué quince minutos después... No quisiste hablar. "Ya se me va a pasar", dijiste. Y durante un tiempo largo nos miramos en silencio. El plato vacío, el tuyo y el mío, eran más blancos que nunca. Y después vino el pedido. ¡A llenar el plato! ¡Tu plato y el mío! Y empezaste a hablar... ¡Y hablamos! Después de comer, un paseo. El sol no estaba... pero en ese momento, ¿qué importancia tenía? Yo me sentía un inmenso pancito de azúcar rodeado de árboles muy verdes. Los trenes que pasaban a lo lejos eran un poco tus caricias tímidas, tus miradas Un perro trataba de jugar al fútbol con dos chicos. Un avioncito con motor giraba y giraba. El paseo, el descanso, era un vuelo. Y después el cine. Un cine de domingo nublado. Un cine de madera blanca, donde la película, buena y todo, al fin y al cabo, fue lo de menos. Después salimos. Nos bastaban apenas unas pocas palabras. Y después... Después siempre. Pero yo recuerdo. —Ricardo Zelarayán, “Quince minutos después”
El libro de la semana y de la que sigue será Desayuno de campeones, de Kurt Vonnegut.
*
El libro está lleno de pequeñas viñetas realizadas por Vonnegut. Entre ellas, una lápida que Kilgore Trout, el personaje protagoinsta, imagina para sí. Ahí dice una frase fundamental para resumir una vida incierta como todas las nuestras: “Hizo lo que pudo”.
*
Desayuno de campeones apareció en 1973 y fue la séptima novela de Vonnegut. Tiene el mérito de haber sido lo siguiente que escribió después de esa joya que publicó cuatro años antes causó olas cuánticas en el espacio tiempo: Matadero Cinco [Slaughterhouse Five]. Para quien interese esto, Desayuno estuvo 56 semanas en la lista de los más vendidos del New York Times. Un año ordinario tiene 52 semanas.
*
Kurt Vonnegut, o el narrador de la novela, escribe sobre una anécdota que se atribuye a Heliogábalo, un emperador romano que quise mencionar en este boletín a propósito del libro de Mary Beard sobre los emperadores romanos. Lo que relata la novela es lo siguiente:
Todos somos Heliogábalos, Bill”, decía. Heliogábalo era el nombre de un emperador romano que ordenó a un escultor que hiciera un toro de hierro hueco de tamaño natural, con una puerta. La puerta se podía trabar desde el exterior. La boca del toro estaba abierta. Era la única abertura que daba al exterior.
Heliogábalo ordenaba que un ser humano entrara en el toro y hacía trabar la puerta. Los sonidos que emitía el ser humano encerrado salían por la boca del toro. Heliogábalo invitaba gente a una bonita fiesta, con mucha comida, vino, bellas mujeres y bonitos mancebos, y Heliogábalo ordenaba a un sirviente que encendiera unas ramas. Las ramas estaban bajo leña seca, y la leña seca estaba debajo del toro.
Mary Beard cuenta que Heliogábalo era adolescente cuando llegó al poder absoluto del imperio romano. Y de él se contaban anécdotas extravagantes sobre sus banquetes:
Algunas veces Heliogábalo daba rienda suelta a su desagradable, o juvenil, sentido del humor e invitaba a comensales “temáticos”: grupos de ocho calvos, ocho hombres con un solo ojo o con hernias, u ocho hombres extremadamente obesos, que provocaba una risa cruel entre los presentes cuando no podían acomodarse en el mismo triclinio.
Y además, que en uno de sus banquetes enloquecidos inundó a sus comensales con pétalos de flores, tantas tantas, que varios murieron sofocados.
*
Aquí está el trailer de la adaptación de la novela de 1999 realizada por Alan Rudolph, estelarizada por Albert Finney y Bruce Willis, y que costó unos 12 millones de dólares producir.
*
No se perdió en la bruma. No desapareció. No tener un centavo, ser alcohólica, y que te reediten no quiere decir que dejaste de existir. Dese entonces, algún biógrafo se atrevió a meter las narices. Ahora sabemos muy bien dónde estaba y qué hacía antes de reaparecer. Su primer marido terminó en prisión. Su segundo marido murió. El tercero, como el primero, terminó tras las rejas. Sabemos que estaba en la ruina y se mudaba de ciudad en ciudad. Que nunca dejó de beber y que su salud mental pendía de un hilo. Una vez ella misma terminó en la cárcel por arrojarle un ladrillo a la ventana de un vecino. Por lo menos tuvo una buena razón para hacerlo. El perro del vecino mató a su gato.
Esto escribió Peter Orner en Sigo sin saber de ti, sobre la fantástica escritora Jean Rhys, la escritora británica que nació en Dominica.
Además, leímos un cuento de la neozelandesa Katherine Mansfield. Lo escribió en 1922, se titula “La mosca” y es muy triste. Dos viejos, un fotografía, un tintero y una mosca. Entre las muchas cosas que dice, esto:
Hacía seis años, seis años… ¡Cómo pasaba el tiempo! Parecía que había sido ayer. El jefe apartó las manos de la cara; estaba perplejo. Algo no acababa de funcionar. No sentía lo que quería sentir. Decidió levantarse y mirar la fotografía del chico. Pero aquel no era su retrato preferido; la expresión resultaba poco natural. Era fría, severa incluso. Su hijo nunca había puesto esa cara.
Justo entonces vio que una mosca se había caído en su amplio tintero e intentaba, débil pero desesperadamente, volver a salir. «¡Socorro! ¡Socorro!», decía el forcejeo de sus patitas. Pero como los bordes del tintero estaban húmedos y resbaladizos, la mosca volvió a caerse y empezó a nadar. El jefe cogió una pluma, sacó a la mosca del tintero y la dejó en un papel secante. La mosca permaneció inmóvil una décima de segundo en la mancha oscura que se extendía a su alrededor. Después las patas delanteras temblaron, se afianzaron y, levantando el empapado cuerpecillo, inició la inmensa tarea de limpiarse la tinta de las alas.
Aquí está el cuento completo en inglés.
Si gustan suscribirse a Convoy para que puedan escuchar Telegrafía Sin Hilos, y todos los demás podcasts que hay en la plataforma, es aquí.
Una nueva entrega del ÍndiceTSH, un homenaje-plagio del famoso índice de la revista Harper’s: datos duros para preguntas urgentes.
El 13% de ustedes dicen que odian su letra, que no disfrutan escribir a mano.
El 48% de ustedes dicen que les gusta su letra y escribir a mano.
El 22% de ustedes dicen que sí escriben a mano, pero no logran descifrar lo que escribieron, ni ustedes se entienden.
El 17% de ustedes dicen que mñeh la escritura a mano.
Una nueva entrega de la columna, ¿Suerte?, una oferta de elementos que para los próximos seis días podrían estar acompañados de fortuna en los juegos de azar:
El dato inútil de la semana: El primer caballo ganador del Kentucky Derby en 1875 se llamó Aristides, y lo montaba un jockey de apellido Lewis.
El elemento meteorológico de la semana: Harmattan
Insulto de la semana: Calabaza
El ser vivo de la semana: Naja Kaouthia
La tonalidad ascendente: Marrón dorado
La tonalidad descendente: Lima-limón
Una nueva entrega del Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana. Se trata de un formato simplificado, de seis signos agrupados según cada dos meses calendario ahora, como servicio a la comunidad, aquí la frase que según los arcanos de este Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana, influirá o calificará lo que resta de su semana:
La acción directa nos permite llevar la lucha a las calles, donde está la gente y sacársela de las manos a la clase hegemónica.
Todo el proceso de civilización ha consistido en emancipar a los seres humanos de la condición de esclavitud a la que han sido sometidos por sus congéneres.
La organización colectiva es un antídoto contra la violencia del Estado porque nos exige trabajar en conjunto por intereses comunes, una idea totalmente antitética al individualismo que sustenta el pensamiento neoliberal.
La incapacidad de los trabajadores para acumular propiedades reproducía su condición de dependientes de sus empleadores. Eran, por todo ello, esclavos en un sentido republicano, porque vivían a merced de otro.
Es la violencia la que define nuestra experiencia del mundo, no nuestra constitución biológica, de la que a menudo sabemos poco.
La extracción continua de beneficio por parte de los empleadores era un signo de su poder arbitrario sobre sus empleados.
*
Para esta edición del Milenario e Infalible Zodiaco de la Desgana, se consultaron a dos arcanos: Lola Olufemi y Alex Gourevitch