TSH 06.04.22
Primero que nada, esto fue lo que sonó:
El caracol, esa espiral de humo que no crece, con el borde intensamente rosado, un querube, un quéramos exquisito. De pronto, saca la frente y los pies transparentes, y camina como un señor, una señorita de los cielos, de los fúnebres, tiene sordas bocinas sexuales. Es, a la vez, el señor y la señorita. En ese pedacito blanco están Hermes y Afrodita; así, se detiene y se conjuga, solo. Y, luego, del segundo perturbador, prosigue, sobre las caras rosadas de las rosas, como una carroza, una miniporcelana trashumante.
Hasta que deja de mirar.
O cae al pasto esa cajita, redonda, desolada.
–Marosa Di Giorgio, fragmento de Los papeles salvajes.
El libro de esta semana fue Mirar, de John Berger.
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Da un poco de vértigo escribir sobre JB. Este es un libro enorme. Las doscientas páginas no son suficientes para contener los temas que se desprenden. Son de esos lugares comunes persistentes: los libros son ilimitados. Son obvios, los lugares comunes, pero son más complejos de lo que su simpleza pretende enmascarar. Porque hay de horizontes expansivos a horizontes expansivos. O dicho de otro modo, no todos los infinitos son iguales.
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El gran libro, su obra más conocida, fue Modos de ver, emblemática obra de los setenta. Y ahí, en ese documento dedicado a explorar no la historia del arte desde una mera manera descriptiva, sino más bien a cuestionar y poner en entredicho, a revisar con sistema y paciencia la manera en la que cierto tipo de arte europeo es visto por nosotros, a examinar la mirada y las maneras en las que esa mirada se activa, se despliega y se interpreta, ahí, en ese libro es esta frase que me parece incandescente y adecuada:
Nunca se ha establecido la relación entre lo que vemos y lo que sabemos. Todas las tardes vemos ponerse el sol. Sabemos que la tierra gira alrededor de él. Sin embargo, el conocimiento, la explicación, nunca se adecua completamente a la visión.
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Mirar es, en su enormidad, una invitación que la relación entre lo visto –y podemos, si se quiere, ampliarlo a lo experimentado sensorialmente–, y lo sabido permanezca en revuelo, permanezca inquieta.
Eso. Esa palabra me parece crucial: lo que se resiste a la inmovilidad, a lo fijo, a permanecer en estado de conservación: lo conservador y lo estático. Este libro es una revuelta contra eso. Contra una manera estática de ver. Contra una manera estática de vivir.
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John Berger, ya grande, además de ser una personalidad mediática gracias a la popularidad de su Modos de ver en la televisión, fue un subrepticio actor de voz para una de las franquicias de videojuegos más importantes. Puso su voz para un par de personajes de Grand Theft Auto: London 1969. Eso es tener amplitud.
Aquí está el primer episodio de Modos de ver vuelto serie de televisión. Los demás se encuentran ahí también.
El libro de la próxima semana //13 de abril//: El acontecimiento, Annie Ernaux
Y para dentro de dos semanas //20 de abril//: El silenciero, Antonio Di Benedetto
Una nueva entrega de la columna de opinión semanal: Por eso, pero ¿cómo?, la serie de consejos no solicitados para problemas cotidianos.
Por eso, pero ¿cómo sacarle ese olor espantoso a la cristalería recién lavada?
Acérquese a la tienda y evite el supermercado.
Si le preguntan por qué lo hace, aduzca lo especializado del surtido en jarciería. Evite hablar de cuestiones políticas o rebeliones contra el Mercado. Uno nunca sabe cuando se está frente a un agente secreto del Mercado.
Una vez en la tienda, pregunte por Rogelio.
Si le dicen que no está, seguramente estará Evelín, copropietaria y la más avezada en cuestión tanto administrativa como de ventas de los dos. Por lo mismo le conviene que esté Rogelio que es más laxo con el descuento.
Con o sin descuento, pida seis cepillos de cerda suave, mango largo –mínimo veinte centímetros.
Si no hay, pero le ofrecen esponja o fibra, haga cara de asco y amenace con retirarse ofendida u ofendido del lugar por tan ordinaria solución.
Sea Rogelio o Evelín, ambos se enterarán por su reacción que usted sabe de lo que habla, le dirán dos o tres palabras para limpiar el aire de tensión y le preguntarán si requiere jabón.
Suavice el rostro, relaje los hombros: está usted entre cófrades. El jabón más efectivo es el efectivo.
Pague lo que haya acordado –insistimos, Rogelio es el suavecito para el regate.
Ya en su casa, identifique cada uno de los cepillos con una etiqueta: cristalería, platos hondos, platos extendidos, tazones, cubiertos, y el último sartenes y variedad, o S/V para abreviar.
Nunca use el cepillo equivocado porque de lo contrario, hay que tirar la cristalería y volver a comenzar.
Una nueva entrega de la columna Los libros no se rayan:
“Leer versos y escribirlos era el único modo de amar la vida, aquella vida hostil e imposible de amar que tenía frente a mi, el único modo en que me permitía hacer algo extraño, algo secreto y misterioso donde todo tenía sentido. Fue así como conocí los bienes de la escritura.” (Natalia Ginzburg)
“…uno acaba por darse cuenta de que estos paisajes tienen mucho más que ver con el arte que con la naturaleza, y de que, en cuanto que arte, son una forma de pastiche. Y en el pastiche hay siempre un tipo u otro de impaciencia o desesperación”. (John Berger)
“¿Qué les decía August Sander a sus retratados antes de fotografiarlos? ¿Y cómo se lo decía para que todos lo creyeran por igual?” (John Berger)
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