Antes que nada, esto fue lo que sonó
Esos metros de la piscina que recorres de arriba abajo. La piscina, dividida en carriles. Esos metros de la costa que recorres de arriba abajo. La costa dividida en bahías. Esos metros de la ciudad que recorres arriba abajo. La ciudad dividida en calles. Crece y también se infla. Particularmente por la noche, cuando recoge su cabeza bajo el ala. Mas nunca echa a volar, aunque pueda. Y tú, has abierto un caminito allí, donde no crece la hierba. Igual que bajo la sombra de un nogal. Es la libertad. No para que te laden, tampoco para que la tomes.
– Tsvetanka Elenkova, “La libertad es cercanía”
El libro de esta semana fue el fascinante y perturbador Extraños, de Rebecca Tamás.
A lo humano lo damos por hecho por cercano, porque nos queda tan cerca que se cruzan los ojos, se tropieza la mente. A lo no humano lo damos por hecho porque es justamente así de ajeno: es utilería, ruido de fondo, personajes secundarios, naturaleza, entorno, complejidad.
Parece decir Tamás, en los siete ensayos, que nuestra relación con lo no humano está envuelta en una extrañeza fundamental, a veces insalvable, pero innegable.
¿Cómo hablar de la extrañeza?
La extrañeza entre lo humano y lo no humano desde un punto de vista ecológico, ecosistémico: que todo esté conectado no hace que todo sea bueno, que todo sea moral. Que todo esté conectado plantea más bien el desafío de reentender conceptos clave como intimidad, hospitalidad, conciencia y dolor.
Lo humano se ha colocado necesariamente al centro del cosmos. Así lo pensamos. Pero ese centro, entraña una superioridad, un aislamiento que este libro pacientemente repliega y reta. Este es un libro que descentra. Es uno de esos libros.
Además de ser un libro que increpa, es un libro generoso. Altamente generoso. Hay una vastedad de fuentes, una amplitud de referencias que abren más caminos. Predica con el ejemplo, el libro: crea una red, descentrada, una matriz de referencias que van irradiando y conectando entre ellas. La terrible historia de Ana Mendieta y su obra poderosa –en el ensayo cuatro– tiene que ver también con el ensayo dedicado al poema de Ariana Reines –en el ensayo cinco– y el dedicado a la novela de Clarice Lispector –el ensayo dos–, que tiene mucho que ver con el ensayo dedicado al misterio –siete– y al dedicado al encantatorio tema del panpsiquismo –tres–.
[Querría haber hecho una reseña más en forma, pero estoy apuntando más bien algunas de las notas que tomé mientras leía y que usé para el programa. ¿Será que le va mejor al boletín poner aquí textitos en forma “reseña”?]
Aquí está un ensayo extremadamente lúcido de Maya Gurantz en el LARB sobre el Ana Mendieta, Carl Andre y la obsesión con el genio masculino. Y aquí hay una columna de Barbara Ehrenreich sobre nuestra relación con lo no humano después de la pandemia.
Es raro decirlo, pero la bibliografía al final del libro está muy chingona. Dénsela.
El título para la próxima semana //9 de marzo//: Golem XIV, Stanislaw Lem
Y para dentro de dos //16 de marzo//: Un soplo de vida, Clarice Lispector
Una nueva entrega de la columna de opinión semanal: “Por eso, pero ¿cómo?”, la serie de consejos no solicitados para problemas cotidianos.
Por eso, pero ¿cómo se le hace frente a la rebelión de lo no humano?
Conviene aquí deferir el consejo a la palabra que pronunció Parmanágoras, uno de los seis hijos de Xelofines, hijo este de Antímones de Teos, más conocido por la pelea que tuvo con Artemón –padre del ilustre filósofo Protágoras, mencionado por Diógenes Laercio en su obra, que resultó en una turbamulta generalizada en su ciudad natal, que duró varias horas y que terminó con togas rasgadas, dos esculturas, una de ellas del ilustre Antímaco natural de Teos y poeta respetado que terminó chato y quebrado por obra de un empeñón anónimo–, y también alumno de uno de los maestros de retórica más renombrados de aquella región y aquella época, Xenócrates de Calcedonia –que distinguió entre percepción, conocimiento y opinión, entre alma, cuerpo y mente, y que murió después de golpearse la cabeza al tropezar con una cacerola de bronce que alguien habrá dejado tirada por ahí, qué frágil la vida–, cuando, asediado por un enjambre de abejas a las que él y sus compañeros de recreo, Aristocreón, descendiente de la notable Aspasia de Mileto, Filócrates y Agnódice, junto con un par de esclavos que las crónicas no nombran, gritó: τρέξιμο
Una nueva entrega de la columna Los libros no se rayan:
“Adoptar un pensamiento ecológico –que favorezca el bienestar del planeta en su totalidad, humana y no humana– equivale a reconocer la terrible intimidad entre el ser humano y lo no humano, y aceptar esa diferencia que nos incomoda y nos turba.” (Rebecca Tamás)
“We are a wordy species. Words are the wings both intellect and imagination fly on”. (Ursula K. Le Guin)
“He pasado tres años y tres meses en el extranjero. Prefiero mirar hacia la izquierda. Uno de mis amigos se deleita en la traición.” (Édouard Levé)
“This empty street, this sky to blandness scoured / This air, a little indistinct with autumn / like a reflection, constitute the present / a time traditionally soured, / A time unrecommended by event…” (Philip Larkin)
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Todo muy bien, pero como que le faltaría un poco más de interacción por este medio, sin la inmediatez y el olvido que genera el Twitter.
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